Me cuesta ver los videos de la guerra desatada por el hombre a otros de su misma especie.
Me cuesta ver gente tirada en la calle,niños llorando, pidiendo ayuda, huérfanos.
Me cuesta el dolor de otros. Se me quiebra el alma cuando un chico acá nomás, media cuadra en la zona de Palermo, está también tirado en la calle, con ojos caídos, sin alimento.
Anoche el segundo debate. Discusiones, propuestas, atraer la atención de la gente. Otra vez elegir al menos malo, según nuestra percepción entre el bien y el mal, totalmente subjetivas -según mi punto de vista.
Sabemos que está mal matar, robar, destruir, eso lo aceptamos como malo.
Detrás de eso que percibimos que es malo, está nuestro voto, la posibilidad de elegir un camino.
Mezclé y no lo hice. Porque las guerras vienen por cuestión de intereses y de violencia.
Estamos en un mundo violento sin valores, da lo mismo cualquier cosa.
Todo es rápido, ya, inmediato, no sé puede esperar, todo debe cambiar de la noche a la mañana, en un trazo totalmente recortado, inverosímil de lo real.
Mucho más allá, queda la pobreza, que todos miramos y nadie se hace cargo. Miramos con ojos acusatorios. Son parte del desastre que construimos socialmente e individualmente.
Buscamos evadirnos de nosotros mismos. No sé soportan las frustraciones.
Todo es tecnológico de resolución fácil y rápida, la vida no lo es, tampoco lo es un país.
Creo que debemos ser valientes, mirar hacia dentro, y buscar que parte de nosotros está mendigando afuera, en la intemperie. Seamos conscientes.
María Elena Gómez Link, escritora
