Carta abierta de Facundo Chanourdie al invento de Morel

Carta abierta de Facundo Chanourdie al invento de Morel

Bajo la sombra de la tumba de Robespierre, yacen arrumbadas las cabezas de los nobles franceses, sobre las cuales se edificara la República. Monsieur Joseph I. Guillotín, tiene hoy admiradores telúricos, que paradójicamente, no pretenden derrocar ninguna monarquía, sino poner fin a la democracia, que fuera restaurada en la argentina, en el año 83’ del siglo pasado.            

            Los cabezas rapadas se agolpan en el pequeño recinto, entre pedazos de maderas rústicas, recién cortadas de los árboles. El aserrín se esparce por todos lados, mientras en la pared se proyectan imágenes que ridiculizan a distintos personajes, entre ellas varias mujeres dirigentes, que lucharon por la restauración democrática, la justicia, la igualdad y la fraternidad, en el país.  

            El proyector emite imágenes de una Juana Azurduy, sin su uniforme, de Eva Perón delgada y moribunda; también a una Alicia Moreau de Justo desnuda; pero también a Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto, ya no, con sus pañuelos blancos ni marchando sobre La Plaza de Mayo, sino ridiculizadas en posiciones obscenas y alternativamente encapuchadas y engrilladas, todo en formato de comic en donde se ve una CFK vampirizada. El pequeño grupo de sikindhed fanatizados, gritan ¡Viva el cáncer, muera la chorra, hay que matar a esas viejas y a todos los zurdos de mierda! 

            Sobre la mesa de carpintero, hay varias guillotinas. Una pequeña que hace las veces de pisa papeles, aprieta bajo el metal desafilado, las primeras facturas del flamante emprendimiento, se ve la factura número 1, emitida por un millón setecientos mil pesos, por un trabajo a realizarse para un fideicomiso de la empresa Caputto, con sede en San Isidro, pero, sin embargo, para amueblar unas oficinas en Neuquén. 

             El pequeño emprendimiento, pudo salir de la quiebra con este pedido millonario, que totaliza cinco millones quinientos mil pesos, aproximadamente, a pesar de que el trabajo en sí, lo tuvo que tercerizar por no tener la escala. 

       Los grandes empresarios financian a los nacientes emprendedores, que se manifiestan como “Jacobinos de derecha”, y fungen como la fuerza de choque de la Gran Burguesía argentina, en su mayoría trasnacionalizada, con oficinas en Luxemburgo, Bahamas o las islas caimán.  

           Los Caputto, entre ellos Nicky y su hermana, – el “hermano” de la vida de otro miembro prominente de la Gran burguesía argentina, de origen Calabrés, M. Macri -, y su hermana, explican, que a la familia le gusta mucho, dar oportunidades a los nuevos emprendedores. 

          Esta invención se proyecta por televisión, todas las noches. Los presentadores mediáticos, uno muy gordo con trajes coloridos y anteojos al tono y el otro flaco y petizo, con diversos tics, vociferan y denuncian, arrellanados en unos sillones mullidos del living de una diputada saltimbanquis y camaleónica, que alterna, con servicios de inteligencia argentinos “exiliados” en Paraguay o políticos de Pro y galerita, a la vieja usanza.  

               Mientras presentan la función, “El gordo y el Flaco”, relatan como J. Morel prueba su invento, decapitando a líderes políticos, sociales, piqueteros, planeros, actores, científicos, a todos, se los ve desfilar frente al cadalso. El espectáculo, es comentado por modelos, políticos, cómicos o cantantes de reegueton; mientras los reidores, insultan a la Kretina y Populistas de toda laya. ¡Mueran los negros planeros vivan los emprendedores de un nuevo mundo! gritan…  

Falucho.

Desde Ciudad de Buenos Aires, Argentina

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