Carta abierta de Annabella Rinaldi al recuerdo de una carta de cumpleaños

Carta abierta de Annabella Rinaldi al recuerdo de una carta de cumpleaños

“Todos nosotros tenemos recuerdos, tanto buenos como malos. Lo que recordamos es lo
que nos hace lo que hoy somos, son nuestra memoria. Sin ellos, seríamos como un libro
en blanco, como un vaso vacío, como un recién nacido cuyo lento aprendizaje apenas
empieza. Hay cosas que anhelamos recordar, y hay otras cosas que quisiéramos olvidar. Si
hay vida en el más allá, nuestros recuerdos son lo único que nos llevaríamos con nosotros,
porque son nuestra experiencia y nuestras obras por las cuales tenemos que rendir
cuentas de nuestros actos. Sin nuestros recuerdos, no nos sería posible repasar lo que
hicimos con nuestras vidas desde el comienzo hasta el final de la jornada. Los recuerdos
nos pueden llenar de alegría o de tristeza, y en ocasiones pueden ser nuestra fortaleza
para seguir adelante o para ponernos a meditar. Poemas melancólicos tejidos alrededor
de un recuerdo vienen de este poeta”.
Jorge Luis Borges

RECUERDO DE UNA CARTA DE CUMPLEAÑOS

Hola mi delicia, me pediste que te escribiera una carta manuscrita, y sentí que en realidad,
me estabas pidiendo una caricia, y pocas cosas me son tan gratas como compartir un
momento íntimo con vos y acariciarte.
Es obvio decirte que desde que te zambulliste en mi vida todo ha sido diferente. Sólo traer
a la memoria aquella aparición tuya, sorpresiva, casi mágica en una mañana en las sierras,
en medio de la peor tormenta de mi vida, marcó un antes y un después.
El antes poblado de inseguridades y temores pero fundamentalmente de soledades, y el
después, claro, diáfano, alegre, compartido, vivido con loca y juvenil intensidad, de tal

forma, como cuando nos encontramos alguna mañana de primavera corriendo a la vera
del río o internados en los mil vericuetos de los álamos, en precipitada carrera bajando y
subiendo, jadeando, el torso transpirado, que dejaba en evidencia el latir alocado de
nuestros corazones, bañados ambos en ese sudor compartido, hechos uno, en el abrazo
fuerte, estremecedor, al llegar a la cumbre, sintiéndonos cual conquistadores de vaya a
saber qué inexplorado confín del mundo.
Gracias mi delicia por calmar mi angustia y curarme el corazón, gracias por tu fortaleza
espiritual, esa fortaleza que vos desconocías que poseías, o que si presumías de su
existencia, nunca la utilizaste en tu beneficio, o no te permitiste usarla imbuida de vaya a
saber qué hechizo.
Ese mismo hechizo que no permitía que te vieras en toda la magnitud de esa, tu natural y
gringa belleza o en la capacidad de tu intelecto, como quien se mira en un espejo que no
devuelve la imagen. Hechizo roto por fin que permitió que como una colorida mariposa
puedas abrir tus alas y comenzar a volar, disfrutando ahora sí imperturbable, libre, tal
como sólo lo puede hacer una reina, la que cabalgando sobre su corcel, orgullosa, pasa
revista a sus huestes, rendidas a sus pies y a su belleza, con la inequívoca serenidad y
suficiencia que sólo brinda el obligado paso de la vida, ese paso de la vida que pone una
pátina de nobleza en las facciones.
Feliz cumpleaños mi delicia, esta es tu carta, esta es mi caricia, feliz cumpleaños mi reina.

Desde Neuquén, Argentina

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