Presidenta de Sade filial Moreno.
El odio desde los lugares más pequeños, los del día a día y que padecen muchos sectores y comunidades, naciones enteras, la viva y cruel destrucción de la dignidad y los derechos, la tristeza que producen otros, la discriminación, el racismo.
Todos estos actos deshumanizados y constantes, la desigualdad y el estigma que se lleva desde la inocencia, desde lo humano propiamente dicho.
Los derechos son actos de libertad y de garantía que disfrutamos desde el nacimiento. La ley Suprema de cualquier nación con sus garantías y declaraciones, con el apoyo concomitante de las cartas universales, sin duda, establecen la libertad de vivir, educarse y ser desde los actos democráticos y justos.
Hoy, se recuerda al genocidio propinado contra los judíos, la Dictadura del 76, la censura de cientos de libros. Hoy, la memoria universal debe trabajar más que nunca, porque el horror y dolor que quedaron, es una secuela implacable. La injusticia frente al asesinato masivo de hombres, mujeres y niños, que fueron arrancados de la vida y puestos en un lugar de “basura y escoria”, está despertando en las nuevas políticas del siglo XXI.
Continúa el pasado y regresa una vez más. Los discursos que dividen aguas, las amenazas de la libertad, los adjetivos epítetos circulantes, que refieren a otros, la marginación de quien no reúne las características “deseadas”, lo “distinto”, pone a la luz la búsqueda obsesiva de lo perfecto. ¿ Qué es la humanidad?
¿Cómo podemos poner en jaque la libertad genuina de protegernos?
Creo en lo constante de lo discriminatorio, en los espacios de desarrollo, los reductos, las ideologías y esa fascinación por los americanos y su sueño, grupos y organizaciones de violencia, mi vecino o mi familiar. Estamos descubriendo monstruos que, en otros tiempos jamás hubieran dejado pasar lo que ahora se vive en nuestro país. Los que aman a un superior que destruye y lo idolatran, a los que creen en esa verdad perfecta, que sólo traza la línea divisoria y sólo oscurece a los pueblos, los hunde en el dolor.
No abandonemos la “denuncia” de quien actualmente arengue y proponga el odio, la matanza de las garantías y de la democracia. La humanidad se salva si todos gritamos. El silencio apaña.
Porque es estúpido pensar que andaremos narcotizados bajo conceptos de prácticas obsoletas. Sin dudas, no callará el religioso, ni el político, ni tampoco el social.
Es utópico soñar un mundo donde todos somos iguales, pero la denuncia al menos, salvará a muchos, alguien podrá ser rescatado del horror.
Es imprescindible que el grito y la “memoria” pongan nerviosos a los representantes. La evidencia, la ley y las decisiones hacen justicia, las mismas que son legítimas de las masas. Si deben salir a invadir las calles, que lo hagan. El voto no sirve para permanecer sentados.
Silvina Crespo