La disociación con la realidad, resulta peligroso.
Negar lo que sucede amparándose en viejas estructuras heredaras, es peligroso.
¿Qué nos pasa cuando esto pasa?
Se desata una tormenta interna imposible de calmar.
Siglos de conclusiones, de palabras, imposiciones, se nos caen en la cabeza
empezando a dudar de nuestro propio razonamiento.
Nos damos la cabeza contra la pared una y otra vez, pero no aprendemos.
Debemos obedecer centenares de tradiciones, que se oponen estrictamente a lo actual.
Cuesta quitar esas costumbres aprendidas cambiándola, por una realidad que se impone por sí sola aquí y en todo el mundo.
Somos seres con derechos, no somos objetos. Somos seres humanos libres, sea el género que sea, y hablar a esta altura de género ya debería ser obsoleto.
Respeto y dignidad.
Desde Ciudad de Buenos Aires, Argentina