Carta abierta a la niña que fui de Francisca Pageo

Carta abierta a la niña que fui de Francisca Pageo

Son las 11:30am  de un lunes y vengo de hacer la compra con mamá. Llueve. Pongo música: Mendelssohn por el pianista Peter Nagy, y qué bien suena. Almuerzo un yogur, me hago un poleo menta. Es un día frío y delicado. Ahora mamá prepara la comida: guisado de costillejas con setas. Es una comida bien rica y otoñal que disfrutaré como si por primera vez la comiera, pues hace mucho tiempo que no la pruebo. Hoy apetece estar en casa, leyendo a Michon y a Pessoa, tomando té caliente en buena compañía. Apetece escuchar piano y Peter Nagy suena como si te meciera en una cuna. Es un sonido suave y ligero. Si no fueras tan mayor, te gustaría ir a clases de piano. Pero ya es muy tarde para ello. Piensas que un instrumento ha de aprenderse en la infancia, cuando todavía somos moldeables y los conocimientos nos vienen como si fuéramos esponjas.

Me gusta cuando los mayores me cuentan historias de sus pueblos, de su infancia. ¿Pero a quién no? Pareciera que en esas historias nos encontrásemos a nosotros mismos de alguna manera que no conocemos. Como si te contaran algo lejano de ti misma: una especie de eco que resuena en tu interior. Echo de menos a mi abuela Carmen y sus historias de cuando se iba a recoger flores al campo, de cuando jugaba con sus amigos. Ah. Tierna infancia. Yo cuando era pequeña también iba a la huerta, sólo que recogía higos y albaricoques. Aún recuerdo el aroma de los albaricoqueros y los melocotoneros. Si bien mi estancia en el colegio no fue del todo feliz, si lo fue fuera de él. Creo que, en el fondo, me agradezco a mí misma haber sido una niña introvertida porque era capaz de retener cosas que nadie más hacía en mi entorno. Eran momentos conmigo misma en el ático haciendo casas para mis muñecas, de ver y rever libros y grabar sus cubiertas en mi memoria. Recuerdo una cubierta rosa de un libro de Carlos Castaneda, en la que había un dibujo a lo Leonardo da Vinci que me gustaba mucho. Podía pasar horas observándolo. También me gustaba mucho leer enciclopedias y fijarme en las ilustraciones. Me gustaba (y me sigue gustando) esa manera de aprender a mi manera. Creo que ya de pequeña era la mujer en potencia que soy ahora. ¡Si solo mis padres hubieran tenido atisbos de todo aquello que llamaba mi atención! La música, la curiosidad innata por las cosas, el arte… Si hubiera tenido las herramientas necesarias para formarme en algo que me gustase desde que era pequeña, hoy las cosas, probablemente, serían diferentes. Lo dicho, me habría gustado tocar algún instrumento, o ir a clases de pintura o escritura… pero antes esas herramientas y en un pueblo eran bastantes desconocidas. Sin embargo creo que ello ha formado a la persona que soy ahora, una persona autodidacta en muchísimos aspectos que busca y busca hasta dar con la tecla de lo que realmente quiere o necesita.

Me vine hace unos días a Murcia a descansar, a desconectar de mi rutina valenciana que a veces me ahoga. Y me encuentro con que aquí de alguna manera también me ahogo (parece que llevo el buzo conmigo). ¿Qué es lo que me pasa? ¿Qué es lo que necesito en este momento de mi vida? Me atrevería a decir que me falta una menor dosis en la medicación que tomo, pues tiende a limitar mis movimientos y me aporta una pereza excesiva. Me atrevería a decir que aunque haya venido a desconectar, también estoy conectando con una parte muy ancestral en mí, que es la que me ata a mi familia. Pese a vivir lejos de ellos, cuando vengo es como si no hubiera pasado el tiempo y siento un sentimiento de pertenencia muy grande, muy vivo. Esto antes nunca me habia pasado y me doy las gracias por ello, por querer abrirme a las personas que me quieren y que quiero.

Me pregunto qué le contaré a mi descendencia cuando llegue a anciana, si es que llego a serlo. Les contaré que era una niña tímida, introvertida, que se bastaba con ella misma para hacer otros mundos posibles, pero que no le negaba la posibilidad a jugar con otros que quisieran jugar con ella. Que esa niña introvertida hoy lo sigue siendo aún. Y en esta carta, en estas palabras, le diria a esa niña que solo le bastaba tener confianza en sí misma, pues teniendo confianza es posible hacer y ser todo lo que uno tiene destinado para sí mismo.

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