El despertador de Juani era una música suave que su mamá Laura prendía todas las mañanas mientras la taza de leche daba vueltas en el microondas. A veces sonaba Ricky Martin, a veces Coldplay, a veces música relajante de Youtube. Entre la música y los primeros vestigios de la luz que entraba por la ventana, Juani escuchaba el pitido del microondas y sentía el olor a chocolate y sabía que el día había empezado. La cama calentita lo atrapaba con sus pinzas de pulpo y la almohada le susurraba al oído mil razones para quedarse acostado, pero Laura aparecía con la taza caliente en una bandeja con vainillas y Juani no podía evitar sentirse tentado por este tentempié.
Mientras Juani iba al baño en calzoncillos y medias blancas, Laura le preparaba el uniforme de colegio sobre la cama y le dejaba al lado de la alfombra las zapatillas que tenía que usar ese día porque en el colegio hacían deporte.
En el colegio Juani jugaba al fútbol y al softbol, siempre lo elegían primero y los equipos se peleaban por tenerlo. A él no le agradaban ninguno de estos deportes. A él le gustaba más la clase de atletismo, correr, saltar y hacer piruetas. Cuando terminó el colegio, Juani se mudó a la capital para estudiar en la universidad. Se fue a vivir al mismo departamento que había comprado su abuela para que Laura pudiera vivir mientras estudiaba en sus años de universitaria.
Por esos años, Juani encontró el deporte que sublimó su gusto por el atletismo y las piruetas: Juani hacía calistenia, un deporte que se caracteriza por usar el propio peso como objeto de ejercitación. Es común encontrar a estos deportistas haciendo sus acrobacias en caños, bancos y juegos de plazas públicas. En una de esas plazas, Juani conoció a Gael. Juani estaba haciendo la vertical sobre un pasamanos y había una fila enorme de nenes y nenas esperando para subirse al juego. Cabeza abajo, Juani vio a un joven que podía tener su edad mirándolo fijo, y pensando que podía ser el hermano o primo de algún nene quejoso de los que estaban esperando, decidió bajarse para no tener problema.
Mientras descansaba a un costado, Gael se acercó a Juani. Gael no era el hermano ni el primo de nadie. Estaba en la plaza porque ahí pasaba todo el día y era mejor que estar en su casa, decía él. Gael era más joven que Juani, su ropa estaba rota, el pelo enredado y la mirada triste tras los ojos acuosos. Gael le preguntó a Juani qué estaba haciendo y Juani le explicó con cariño lo que era la calistenia. Le mostró sus mejores piruetas, como agarrarse del pasamanos que usaban los nenes y pasar por él haciendo la vertical, después se acercaron a un banco y Juani le mostró que podía agarrarse del respaldo y, sin perder el equilibrio, podía sostener su cuerpo en posición horizontal como si estuviese volando.
Gael abrió los ojos enormes y se quedó maravillado de los poderosos brazos de Juani. Se hacía tarde y había muchos nenes en los juegos, así que Juani se despidió de Gael y volvió a su departamento.
Gael solo juega al fútbol, no sabe escribir calistenia, pero también lucha por levantar su propio peso todos los días.