Así. Por María Margarita Pérez Vallejos

Así. Por María Margarita Pérez Vallejos

El miedo se parece a los recuerdos que no queremos recordar y se aparece entre las sombras, abriendo camino entre el bosque más denso, doblando las ramas que le impiden avanzar, mientras sus pies resbalan por el sendero de hojas pinares, secas, resbalosas, que permiten dar un paso hacia adelante y cuatro hacia atrás porque casi siempre va en subida. La fuerza huracanada de la tormenta que se anuncia en primavera plena, algo desacostumbrado en el lugar. Aunque no se escuche, tiene una carcajada insolente que sólo reciben los oídos de quién quiere asustar. Hay que hacerse invisible. No hay que gritar y menos llorar. Hacerle frente cual si fuera un perro hambriento que daría cualquier cosa por un poco de alimento porque vive con el deseo ferviente de morder el alma de cualquier vulnerabilidad. El miedo se apropia de la mente, convirtiéndola en balón de juguete menor o al menos eso cree, parece que puede y es tanto su poder ante el derruido cerebro que lo convierte en locura de mar, viento, cantos tristes de ballenas locas, luz de luna sin brújula porque no hay embarcación, sólo un desequilibrio que lleva a los abisales de donde no se sale más.Se parece a los sueños donde se huye, corriendo hasta que no queda más respiro y los latidos disminuyen. Buscando un lugar para recuperar, equivocadamente, sólo se encuentra una calle oscura, sucia y sin salida, en donde los contenedores son el único refugio, aunque haya ratas, lombrices, babosas, pero es un lugar.No. Al miedo no hay que dejarlo que se apropie de las entrañas como un virus que procrea más engendros. Hay que destruirlo, ¡así! como papel mojado, con las propias manos, apenas se percibe que se acerca a los misterios impenetrables de lo irreal.

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