‘Aparente’ obra de teatrillo: La caricatura o El arte de representarnos
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Interlocutor:
En el arte de representarnos, todos miran hacia atrás, no será por casualidad que tengan algunos ojos en el cogote, nariz en la mollera y oídos en los codillos… Los que salen a ‘la Plaza de Todos’ (sí, así es, a la Plaza de Todos); con sus trajes de luces, montera y capote, su estoque y sin miedo. Aquellos, gallardos y lozanos, que se atreven a posar las plantas de sus pies planos con delicadas y afables manoletinas de fieltro del número que calzan y que previamente se enfundan en una segunda piel elástica de color fucsia, la cual prolonga las extremidades inferiores en un par de esbeltas y pulimentadas piernas que sirven de soporte para albergar toda la poética que detalla y conforma ese mosaico de detallismo imperceptible sobre la victoriosa anatomía que parece esculpida por el cincel del mismísimo Michelangelo Buonarroti; tesela a tesela se va formando ‘un torero del mundo’; desde hebras de oro, bordados en plata, fruncidos de una plegaria desde la crianza, sumado a un concienzudo cúmulo de abalorios y ornamentos que sucumben al garbo de lo estéticamente bien avenido. Téngase en cuenta un hecho previsible y tradicionalmente comprometido con el mundo de la tauromáquica; todo previo al encuentro con el morlaco, pues existe un trayecto trascendental donde sus cuerpos desnudos se muestran con donaire, cubiertos por telares confeccionados de elegante orgullo y legendaria pasión. La constitución de una laboriosa artesanía que portará el honor ante la expectación de un público provechoso por el apoteósico y acontecido paseíllo ‘del hombre sin miedo’ por los ruedos… El confín de puntadas sobre la materia prima elaborada, no de astas, sino de agujas certeras y dominantes, prolifera a través de un meticuloso repiqueteo de técnicas sobre ‘el hábito que no hace al monje’. La antesala para alcanzar el pórtico de la gloria ante tal exhibición artística, donde solo el prodigio de manos sagaces pueden ofrecer el imperio de fina y charra filigrana, ofrenda retribuida para los mortales bienaventurados sobre el tendido. En un bruñido encuentro, modelo escultural ante artífice, se somete a la continuidad de una tradición desamparada por los juicios morales en mordaces y viperinas lenguas…
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Los pensamientos de un sastre:
– Heme aquí: «un sastre sentencia esa condena en la magnánima labor que le acontece, postrada su entereza y desafiante experiencia, sucumbe al deleite de la confección. Entre bobinas y tensos hilares toma las oportunas medidas corporales al ‘artista maldito’: dícese del torero juzgado por su estética de aparente nobleza y cruenta entraña… En risorios de algunos, este que se juega la vida ante ‘un animal indefenso’ viene a representar ‘la búsqueda de la muerte’ o ‘el baile de la sangre’; en agasajo de otros representa ‘el arte puro’, ‘el poder del valor’ o ‘la expresión del alma’… No demoren ante las digresiones, aunque no hay tanto que contar, sí que ejecutar… En este par de miras la controversia está servida…» mejor continúo con la faena…
Maniquí:
(En escena con el sastre)
El ejemplar textil manufacturado previo a la confección, que sirve de soporte para el traje, es de un azul nazareno en raso de seda. Junto con los motivos decorativos forman parte de una previa y preservada elección (fíjense, como tamaño y cromática también importan). Las medidas de la escultura viviente se toman con precisión, empezando por la chaquetilla en estrechura, anchura y largura de manga, pecho y espalda, llegan las de la taleguilla con el largo total, la entrepierna y la cintura, cadera, muslo, rodilla y pantorrilla, un arsenal de números indoarábigos que toman conciencia para la ardua elaboración del armazón taurino. Se suceden las secuencias e intervalos en los que se trazan con suprema distinción y comedida maestría en cada pieza del torneado talle. Pero será el papel de calco (sí, así es, algo tan elemental como el papel de calco) una de las claves para la confección de la bravía armadura. No se admiten tropiezos en esta fase dentro del universo taurino; transferir la mesura y diseños previamente seleccionados en un despliegue de telares; vertebrar la fisionomía en la materia inerte… Tijera en mano se cortan minuciosamente las piezas que formarán la taleguilla, el chaleco y la chaquetilla. El modisto venturoso prosigue entre patrón y plantilla, adhiere las entretelas con el calor y presión de la plancha (que en este caso son tres a diferencia de las siete que se utilizan para el traje), para que el casquete de la montera adquiera la rigidez y consistencia precisas. Habilidad en el trazado de los diseños, calma, paciencia y virtud para el modelaje y final obtención de las piezas que componen el rigor de este procedimiento artístico. Casi cuatro mil moras de hilo de seda negra confeccionan la carcasa de la montera. Habilidad y temple que pasará inadvertido ante la fruición del vespertino público (lo tendremos en cuenta…). Manojito de moras cosidas al terciopelo suave y piloso que recubre el casquete del armazón para el exterior y el raso frugal y luminoso para su interior. Pequeños detalles ornamentales que requieren del resucitado estoicismo latino, dado el tiempo, contemplación y elaboración que se les dedica. Casi seiscientas bolas doradas forradas, multitud de alamares, rosetas para las hombreras, canutillos, lentejuelas, piedras de colores… me poseen cual maniquí viviente…
Interlocutor:
– ¿A alguno de ustedes les suena la expresión popular, ‘atarse los machos’? (Sonido de berridos y mugidos)
Maniquí:
No demoren, prosigamos, ya que para la confección de capote, el novillero elige con devoción el diseño que el bordador calca sobre una fina tela, la monta en el bastidor y se procede al realce del bordado
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Interlocutor:
– Pero, discúlpenme, ¿acaso esta labor de dioses mortales nunca tuvo la contemplación de la curiosidad del desconocimiento?
Radio:
(Música de Ernesto Lecuona en la radio y emisión del texto en voz petulante)
«Está claro que no, pero si de algo tenemos certeza, es que una ceremonia de tal envergadura comienza desde el nacimiento de un animal, bien sea el racional e implume, bien sea el morlaco asilvestrado… Después vendrá la formación pasionaria de un ‘novillero’ que desconozco, dicho sea de paso, pero intuyo. «Como decíamos ayer», la controversia siempre va de la mano entre ambos animales, entre astas y estoques, entre tejido y pelaje, entre el mugido y el rito, entre la risa y el llanto, sí, convergen sus vidas hasta el último hálito, donde su culmen, en la ‘indumentaria’ encubierta…»
Sastre:
Miren qué ocurre mientras se confecciona en la sastrería el traje taurino para cualquier otra maestranza…
Locutor:
En esta obra que parece de teatro… Todos, si quieren… Pueden descarnarse un rato. (Murmullo y aplausos entrecortados)
– ¡Saquen, saquen sus miserias! Dice la prensa en voz de astróloga presa.
Se pasean los asistentes bajo la mirada auscultadora de la risa, elegantemente, se voltea, copada con sombrero y plumaje de alta gama. Guantes de neopreno y collar de cocodrilos marfilianos.
– ¡Qué ganga! Todo está a 99% del dopaje…
Por el burladero se cornean los estoques de certeros mugidos. (Sonido) La tierra del tendío abrasa las plantas descalzas de la gloria. (Sonido grillos)
– ¡OLEEEEEÉ!
– ¡Qué pase torero tiene la niña!
Cayeron los bucles de sol, la arena se precipitó en vertiginosa reverencia.
– ¡Pase torero, pase al ruedo!
– Cómo destella la chaquetilla…
– Sí, debe ser cosa de Vittorio & Luccino…
– Esos bucles no pueden ser de mentira, ¿viste si es cabello natural?
– Vos siempre te fijás en lo artificial…
– ¿Viste que me fijé en tu inteligencia?
[Ni la patena alcanzaba tanto brillo…]
– Oh, callate la boca, ahora ya salió todo a relucir… (murmullo)
Una voz alzada clama:
¡Saquen, saquen sus miserias! (Sonido radiofónico)
– Bien, vos primero, pero haceme el favor de sacarlas con correa…
– Ah, no, eso no, vos primero… que para eso sos más altanera.
– ¿A quién se lo dijo?
– A la de la pollera.
– Dejen las vestimentas para el escarnio. Ahora es mejor que simplemente actúen ¿no escucharon a la voz alzada?
– Siempre tenés que estropearlo todo, ¿podés dejar de chamullar?, ¡qué pelotudo!
– ¿Quién dijo esto otro?
– Para qué preguntás, ¿no te alcanzá con tu careta?
– Pero que decís, ¿acaso vos no sos poeta?
– Yo, qué sé yo que haría yo con mis versos…
– No te entretengás más… Sacá tu pluma de tinta descarada… Dale, sacala, a ver que hacés con ella…
– Mmmm, la serpiente emplumada…
– Ejem, ejem… Ahora que ya no sirven las plumas para volar…
– (Murmullo)
– ¡Shhhhhhh!
– Ay, no… me quedé ciego…
La voz alzada prosiguió:
¡Saquen, saquen sus miserias!
– Llegó de nuevo la prensa, ahora vino vestida de astronauta, ¡qué pendeja!
… Día sí, día también, corta la oreja…
– (Murmullo)
– ¡Trompetas, trompetas, trompetas cornudas!
– ¿A qué venís con todo…?
– A tocar la tromba y el trombón si no es mal presagio.
– No, señor, aquí no vendemos el sonido… Lárguese…
– ¿La tuba, mejor?
– Pero, qué decís… ¡Largate, tirá!
– (Sonido de tuba con silencio de redonda con puntillo) Desde el graderío todos apuntan con los prismáticos. (El sol derrite el plástico… como en la canción de Rubén Blades)
– Dejamelos corderito mío, lucerito de mis ojos…
– No, mi chotita, vos no podés mirar… Sos demasiado indisciplinada…
– Dale, ternerito, dejame un poquito no más…
Voz alzada:
Clavados los prismáticos, salen los toros al ruedo.
– Mirá, mirá, acá están… salieron todos…
– ¿Pero dónde estás mirando? Eso es mi entrepierna…
– ¡OLEEEEEÉ!
– Callate… hacelo bajito…
Chotita, pará… estoy tan bravo ya… sacame las manitas de encima…
– (Corrida de toros)
– ¡Capote y espada! Al fin, con maestranza… Solloza el gentío…
Ya está cayendo la tarde. Dijo la señora de anteojos opacos.
(Luz vespertina y sonidos de suspiros)
El ruedo está pletórico de espectadores postizos, todos se aplauden, unos se trajearon de insólitas mentiras, otros vendieron ataúdes para poder asistir, también llegaron los que usan lencería de cristal… Todos, todos se aplaudieron al verse en el graderío…
¡Saquen, saquen sus miserias!-
-Se cierra el telón-
(Música radiofónica con interferencias)
El interlocutor dirigiéndose al sastre:
-Decime, flamante escultor… ¡¿Cuándo empieza la obra?!
Sastre:
-Qué sé yo, señor, se me cayó la aguja en el pajar…
-¡Qué desastre, por Dios santo, qué desastre!
-Ufff… el maniquí… dios bendito…
-SE ABRE EL TELÓN-
(Entre bambalinas se escucha este diálogo)
-¿Mirá que vestirte de torero…?
-Shhhh, soy torera… shhhh… No vayan a escucharte…
-¡Lo que me faltaba…! Un… paaa.. pasee torera…
-Sooo toroooo… Mirá como embiste…
-¡Bravo!… ¡Bravo!… Muy bravo…
-Y tan bravo… muuuuu (cornada).
-¡Ay!
– FIN ABIERTO –