El flaco de la moto. Por Mónica Samaniego

El flaco de la moto. Por Mónica Samaniego

A menudo pasaba con su moto, lo veía por la ventana, no sabía dónde vivía, pero era obvio que no muy lejos de mi casa, pero siempre en distintos horarios.

A través de los días, me entró la curiosidad, ¿será un nuevo vecino?, le pregunté al viejo Carlos, que a la tarde se sentaba en la puerta si lo conocía y en forma tajante me respondió que no.

Como mi trabajo era en Caba, para verlo era antes de irme, ya que pasaba temprano por mi casa con su moto, y después de todo el día de laburo, ni me acordaba del flaco.

Un sábado de otoño, lo vi pasar a la tarde con una herida en la cara y yeso en el brazo, pero siempre manejando su moto. Y pensé pobre, el flaco habrá tenido un accidente vial, o quizás una pelea, las dudas me inquietaban.

Llegaron mis vacaciones, merecido descanso y las disfruté a full, sin duda, el flaco de la moto desapareció de mis pensamientos.

De regreso y reanudando mi actividad, al comenzar una capacitación mis horarios fueron discontinuos y algunos días permanecía en CABA.

Transcurrieron unos meses que no volví a ver al flaco, era un personaje “sui generis” y un domingo a la mañana cuando fui a comprar unas pastas, lo encuentro en el negocio al viejo Carlos, me saluda, y me cuenta que tiene noticias del flaco, que efectivamente era un vecino nuevo, que vivía a una cuadra de nuestras casas y con tiempo me contaría otras cosas de él, que estaba apurado porque lo esperaba su hija.

Volví a casa, con ciertas dudas, algo se había despejado, sabía que el flaco de la moto era vecino, pero nada más.

Una mañana, me iba a la oficina, no había nadie en la calle, era muy tempranode repente escucho una moto, me asusto porque veo que se acerca a mí, mi cartera la llevaba colgada del brazo derecho, cuando de golpe, apenas un segundo me arrebata la cartera, toma una velocidad extrema con la moto, se da vuelta agarrando la cartera, me la muestra riéndose y toma más velocidad, desapareciendo de la calle.

Con impotencia y angustia vuelvo a mi casa, se me caían las lágrimas y mi viejo me pregunta ¿qué te pasó?Le cuento lo sucedido y le digo que quiero denunciarlo, él me aconseja no hacerlo, pues es un vecino y la puedo llegar a pasar peor.

No conforme con su explicación, el sábado a la tarde lo vi al viejo Carlos, me acerqué y le dije que me tenía que contar lo que sabía del flaco de la moto, entonces me responde te comentaré, pero te pido absoluta reserva, lo cual me generaba más intriga.

Después de escucharlo, comprendí que la decisión de mi padre había sido acertada, pues el flaco de la moto vivía de prestado en la casa de Lucía, una mujer viuda sin hijos, a quien conquistó y le dijo que trabajaba de noche en un taller de reparación de motos.

El taller en cuestión era un aguantadero de motos robadas, celulares y repuestos de autos, ese era el ámbito en que se movía el flaco de la moto. Y Carlos se enteró que tuvo una denuncia policial, estuvo incomunicado y una feroz golpiza fue la causa de la herida en su rostro y el yeso en el brazo.

Anoticiada de esto, no quise saber más, era suficiente, pero lamentablemente a veces lo veía, y obviamente, me paralizaba, pero seguía mi rumbo.

Con la pandemia de Covid, el flaco de la moto se dedicó a hacer masajes a domicilio, y lo atendía a mi vecino Oscar, entonces aproveché a advertirle, luego la decisión que tomara era suya.

Hace dos años me enteré que el flaco de la moto tuvo Covid, y que ya en este mundo no perjudicará más a nadie…

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