Se destacó en el género policial en un principio y luego en la narrativa testimonial, nació Rodolfo Walsh en Choele – Choel en 1927 y murió en Buenos Aires 1977.
Concurrió de niño a un colegio de sacerdotes irlandeses para niños pobres, su infancia dejó huellas en su escritura.
Radicado en Buenos Aires, trabajó como corrector de pruebas, traductor y publicó Diez cuentos policiales argentinos, Variaciones en rojo, en esta última recibió el premio Municipal de Literatura, luego preparó las antologías: Diez cuentos policiales argentinos, primera recopilación de autores nacionales del género y Antología del cuento extraño.
Escribió además obras de investigación periodística Operación masacre, Quién mató a Rosendo y El caso Satanowsky.
Fue uno de los creadores de la agencia cubana de noticias “Prensa Latina”. A su regreso escribió los cuentos de Los oficios terrestres y Un kilo de oro y las obras de teatro La granada y La batalla, vinculando al sindicalismo de izquierda, tras el golpe de estado de Jorge Videla, en 1976 hizo pública la “Carta abierta a la Junta Militar”.
En 1977 fue secuestrado y se presume asesinado, aunque nunca se encontró su cadáver.
En México en 1981 se publicó su Obra literaria completa.
Les dejo para su lectura este poema que Rodolfo Walsh le envió a Enriqueta Muñiz, la periodista española que lo ayudó en la investigación del libro Operación Masacre.
1
Llámame Juan,
sálvame de ser innumerable
como las hojas y los días.
Mi alma está pronta a desgajarse
en fragmentos pegajosos.
Únelos con el hilo de mi nombre,
sálvame de hundirme en la entraña de las cosas,
de ser el escorpión, la espina,
la rosa intacta,
el nudo que sangra en la madera,
el aire, las piedras, los gusanos,
todas las cosas que me llaman.
Pronuncia el rito,
la palabra que convoca,
que designa,
que dice: Este
entre océanos de tiempo,
Este, que no quiere hundirse todavía.
Garantízame,
repíteme,
invéntame,
llámame,
mírame,
perdido, simplemente,
simplemente,
como un niño entre voraces sombras.
2
Acaso es tiempo de mirar a aquel que asoma
en la plural profecía de los dientes:
hombre último, raíz ensimismada
prometida a la injuria de los tiempos.
Eterno, sin embargo -relativamente eterno-
Más eterno que presunciones de alma.
Disperso, polvo de los siglos, animará otras horas
cuando ya no existan mi nombre y mi recuerdo.
Tranquilo espera el derrumbe de los signos:
la risa, el odio, las canciones,
el miedo, la ira, la palabra.
Su gesto natural de espera es la sonrisa.
Una sonrisa es imagen de la muerte.
1953