Se apaga el día y voy caminando en el silencio, con el mismo ritmo parsimonioso de la respiración. Baldosas flojas, empedrados, luces débiles que contrastan sobre el cielo denso. Atardecer de nubes y escasa luna.
Me dirijo como un águila nocturna hacia ese lugar de espacios cóncavos. Ahí dónde guardas los poemas que siempre preparas para cenar. Ya conozco el lugar de la alacena donde los escondes, para que no te los robe por las noches.
En el regreso, me impulsa saber que estás ahí, alimentando el fuego que generas al frotar tus manos, soplando en besos y en versos para avivar la lumbre. Me empuja saber que habrás buscado en tus laberintos algunos cuentos que extenderás sobre la cama para dormir.
Se apaga el día y voy con un ramillete de palabras para regalarte. Para que cantemos juntos antes de dormir.
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