La Social Cultural, una crónica de Juan Botana sobre un festival de poesía en la Sade Nacional

La Social Cultural, una crónica de Juan Botana sobre un festival de poesía en la Sade Nacional

Y por qué cosa, si no por ventilar la lengua es que empecé a organizar los festivales de poesía. Allí, donde quería presentar un libro que se llama “Amores truncos” empecé a mandar gacetillas a los medios. Y de pronto un tal Corcuera, del diario La Idea, me ofreció la Biblioteca Alberdi para hacerlo. Y el lugar era grande. Entonces se me ocurrió convocar poetas y escritores para que me acompañaran y descubrí que había mucha más gente que yo con ganas de leer lo que escribía a micrófono abierto.

Todos invitaban amigos. Todas compartían el flyer del evento. Los que leían escuchaban y los que escuchaban esperaban su turno para hacerlo, con respeto. Se juntaba gente de todas las localidades. Venían de zona sur, de zona norte, de zona oeste del Gran Buenos Aires; incluso de Azul y hasta de Mar del Plata, de Córdoba y de Montevideo. Y mandaban textos de España, de Chile, de Gualeguaychú, de Cuba y de México.

El Festival de Poesía como se llama de a poco fue creciendo, en número de participantes y lugares. Y lo que empezó como un encuentro literario se volvió un show con el paso del tiempo. Que sumó performers, actores, músicos, cantantes y titiriteros. Creyendo más en la receta colectiva del bien común que en las particularidades de un fulano o fulana, contando el mismo cuento.

Nuevos aires soplaban con la poesía en radios y eventos. De la Biblioteca Alberdi de Remedios de Escalada al Museo Americanista en Lomas de Zamora. De la Sociedad Mutual Pescopaganesa de Lanús oeste al Macsur en Lanús centro. Y los poemas y relatos sonaban en la Radio Urbe, en Cadena AM 1470 y en radio Riachuelo. Para ir luego al “Museo Cultural” en Lomas de Zamora, a la SADE Nacional, al Espacio Lezama Arte y otra vez la SADE Nacional, todos en Ciudad de Buenos Aires, donde más de 120 personas fueron parte del evento. Que se masificó en las redes sociales y convocó más gente de la que soportaba el lugar y la lista de participantes se volvió inmanejable. Y la tolerancia se voló por completo.

Y empezaron leyendo a las 19 hs y terminamos cerca de las 24.

Y un tal Gabriel, sacó una bandera wiphala en homenaje a Evo, se colgó una máscara y se paró en el escritorio para hacerlo. Y Cintia se asustó. Y Mara lo acusó de poco solidario por tanto exceso. Y dos de los mejores poemas que escuché: “Ser estar” y “Abracitos (o Alarmas”), se perdieron en la intolerencia de un facho cuyo nombre no recuerdo. Qué después leyó, como todos los que se quedaron, por supuesto. Y si me apuran creó que su performance molestó más por atentar contra los bienes –me refiero a la mesa-, que por el texto. Porque el texto no lo escuchó. Si a esa altura todos querían más escucharse a sí mismos, o leer rápido e irse, que escuchar al otro. O tal vez siempre fue así. Y la idea de formar un colectivo no fue otra cosa que un sueño.

Todo esto ocurrió mientras volaban por el aire los gritos de: “soy escritor”, “soy actor”, “soy cantante”, “gané tantos premios” y el “gracias Juan Botana”, que se hizo costumbre en los festivales –y juro que no lo pedí- se escuchaba despacio, cuando no tenían por qué hacerlo.

Y el colectivo que se había formado de manera espontánea, de pronto necesitaba ser regulado. Y la creatividad no tiene esas formas –pensé- y menos este espacio de libertad, que creí habíamos ganado. Además, yo no soy policía y nunca quise serlo.

Y ya nada parecía que alcanzaba y el que leía un poema quería leer dos y el que leía décimo, quería leer primero.

Y la noche, donde River salió campeón de la Copa Argentina desvió el tránsito del centro o Recoleta hacia otros lados. Y la pobre de Cintia que había ido con la ilusión de leer dos poemas en la SADE –cuando la consigna siempre fue leer uno- terminó leyendo uno, y no el que quería por los nervios. Sin dudas por una falla en la organización que permitió que cinco hombres leyeran juntos y el machismo apareció por cierto.

Y ese por el “hombre, hombre” tan logrado de Maru y Gregorio, tomó cuerpo.

Y encima Pablo, al que el recuerdo de su padre lo tomó, no paró de hablar de las “Miguitas de ternura“ que escribió Carlos Funes Romero y que Alberto Cortez hizo canción, y quizás fue el primero que se excedió de tiempo.

Pero la performance de Gabriel fue la que irritó y dejó a Cintia al descubierto, y cuando leyó sin pensar se equivocó. Y se fue antes de hora a Castelar con el taxi que la consoló por no conocer la zona centro. Y en el traslado habló, y le contó al taxista del suceso.

Lo loco es que después se lo contó el taxista a otra participante que subió. Y no me hubiera enterado de esto, si no fuera, que Pablo, compartió un audio que le mandó Alejandra que decía: “¿De dónde viene? Vengo de acá, de la SADE, de la Sociedad Argentina de Escritores, de un Festival de Poesía. Y el tipo se queda, para el auto, se da vuelta y le dice: Flor de quilombo, se armó ahí, acabo de enterarme. Flasheé con que había salido por radio, una cosa así, No puede ser, es delirante. ¿Y cómo sabe usted esto? No, porque hoy llevé a una chica, hacía rato ya largo. Cuando la levanté estaba llorando. Pobre piba, no paraba de llorar. Estaba hecha mierda porque ella es de Castelar. Una mujer de treinta y pico de años. Se había ido con toda la ilusión para leer dos poemas. Y justo cuando le tocaba a ella se armó un despelote. Porque es increíble la lectura de la mina. Se ve que estaba nerviosa esperando su turno. Hizo una lectura totalmente equivocada. Entonces le contó al tachero que un tipo muy grandote, o sea Gabriel, de pronto sacó un casco militar. Y en la SADE, se subió arriba del escritorio. Y yo veía como casi lo rompía al escritorio y empezó a arengar cosas terribles. Entonces yo le expliqué. Que esta chica se equivocó. Que lo que pasó fue al revés. -Un tipo progresista con otra onda. Ya nos tuteábamos. Un tipo grande-. Y yo le digo: no, no. Apareció un tipo, un tipo de derecha, del público que fue justamente, fue él el violento. El otro estaba haciendo un poema. Se puso tan heavy la cosa, que yo me puse en el medio. Y me dice: sí, sí. -Es usted la señora que la chica decía-. Gracias a una señora que se metió si no se agarraban a trompadas- -Una señora que era yo-. Se metió adelante y los separó. -Viví una de Almodovar-. El tachero me decía no puede ser. Es una de Almodovar. Es más. El tachero me dice: yo no le cobré el viaje porque me dio tanta pena, que la llevé a Once, que ahí se tomaba el tren a Castelar. Y me regaló uno de los poemas que no leyó. Parece que leyó uno y el otro… Entonces le decía que nadie le dio bola porque se había roto todo el clima. Cintia se llama. Si hablás con Juan Botana capaz que te da el nombre y todo y me mostró el poema que no leyó. Que se lo regaló al tachero”.

Por suerte, el poema me llegó y ni siquiera Cintia cuando hablé días después me mencionó el suceso. Falta mucho por mejorar –pensé-. Por eso vamos a hacer otro Festival, porque lo cultural se volvió social. Y yo me siento responsable de esto.

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