Carta abierta (y suicida) en defensa de Georgina Rodríguez

Carta abierta (y suicida) en defensa de Georgina Rodríguez

Hoy me he levantado con ganas de pegarme un tiro en el pie, como lo hizo Froilán aquel día de caza, cuando muerto del aburrimiento decidió abrirse las carnes él solito a fuerza de plomo. Se podría decir que el hijo de la infanta Elena siempre ha sido mi ‘aspiracional’, un modelo a seguir. La gente dice que vive en Abu Dabi, pero en realidad lo hace más en los afters de Madrid. Cuando yo empiezo a trabajar, él entra en los bares. Comprenderán, pues, que quiera imitarle.

Así comienza el guion de la nueva temporada de ‘Soy Georgina’, la docuserie que recorre la vida, obra y milagros (sobre todo esto último) de la famosa pareja de Cristiano Ronaldo.

Lo sé. Creéis que Georgina es uno de los motivos por los que vuestras hijas ahora no quieren ser cirujanas o astronautas, sino tiktokers o youtubers, pero en realidad esta jaquesa (natural de Jaca), a la que ya de nacimiento le faltaba una letra para ser alguien en Arabia, es inofensiva. 29 años después de ese alumbramiento (sin duda de mayor relevancia que los de Edison), Gio ilumina el mundo con su sabiduría ‘slow fashion’ y con sus proverbios para necios. Y esa es su grandeza.

Hace siete años vendía bolsos de Gucci en una tienda del barrio de Salamanca; hoy tiene todos esos bolsos y ha cambiado la calle Serrano por el jamón ibérico. ¿Acaso eso es delito? No. ¿Y presumir de ello? Sinceramente, hay más verdad en el Instagram de esta chica que en el del 99,9% de los de sus compañeras de profesión posmoderna. Lo que cuenta Gio es verdad. Es rica. Es superficial. Fin. Las otras viajan tres días a un lugar maravilloso y hacen 40 fotos para que creamos que su vida es permanentemente así. Pero no.

A veces, es cierto, esta chica se mete en barrizales de los que es difícil sacarla. Esta semana visitó ‘El hormiguero’ y habló de los “niños que pasan hambre” y de lo “bien” que viven las mujeres en Arabia Saudí, el país al que se acaba de mudar junto a Cristiano y sus hijos. Sangraron a la vez los ojos de todas las vírgenes de España, porque un animal como Gio no puede bucear, solo sobrevive en la superficie.

Y el análisis de esa superficie a ratos puede resultar maravilloso. Si Berlanga y Buñuel estuvieran vivos se habrían matado por los derechos de su biografía. No me digan que Georgina no sería la perfecta invitada a la fiesta de ‘El ángel exterminador’ o a la jornada de caza de ‘La escopeta nacional’. Gio representa el discreto encanto de la burguesía. Que, en realidad, nunca fue tan discreto.

Fuente: El Confidencial

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