Cuando las cosas
vienen mal barajadas:
no te apures,
correte a un costado y observá.
Ni siquiera lo hagas atentamente,
simplemente observá,
y verás acaso con sorpresa
que los vidrios que estaban en la playa,
ya no están,
una vez que haya pasado
la ola.
Y volverás a caminar descalzo
por la arena
con los pies al sol
sin quemarte.
Como si nada hubiera pasado,
como si hubieras aprendido en la vida:
a esperar los momentos,
a esperar los momentos.