Al fin y al cabo, esta es una historia triste solo enaltecida por la épica que sólo la poesía puede alcanzar. En algún momento deberé escribir sobre estos tiempos, ya despejado el panorama de la metáfora exquisita, que se ha instalado por estos días y se abraza con igual fuerza entre el pie que me sostiene, la garganta y el pecho que se expande y se contrae.
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Nada es tan real como lo que imaginas con fuerza de ilusión. Por eso he sido tan feliz. Por eso te he llevado siempre prendida sobre mí en algún lugar del cuerpo y ahora te guardo dentro, como el centro vital de mi existencia. Pero extrañarte no ha sido fácil ni sencillo ni llevadero. Solo las palabras han acudido a mi llamado y cada una de ellas era un pedacito de vos que se acercaba a la carrera. ¡Tanto hemos festejado en cada encuentro! ¡Tanto hemos hecho y no hemos sido! Creí llegar al infinito y nunca quise regresar.
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Al fin y al cabo, esta es una historia triste aunque no lo reconozca. No lo haya hecho ni lo quiera hacer aún hoy. Pero así como los afectos y la ilusión de lo querido crecen y se alimentan de imaginación sostenida, certera y empeñosa, así también el amor es frágil por algunahendija. Y aunque pueda quebrar torres, abrir murallas y superar todas las prohibiciones y bloqueos, finalmente termina agitado y jadeante en la distancia, arrinconado por un aguacero que no es lluvia, pero moja y es quejido.
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Al fin y al cabo, la historia es triste porque hay desvelo pero no hay consuelo para el amor, cuando se presiente que no estarás y no estás. Entonces solo queda la peregrina y solitaria idea de encontrar, en el silencio de la llanura, ese amanecer que sea todo cielo y horizonte de caldén. Para construir otra vez un paisaje interior y dejar espacio para alguna fábula alegre y festiva, que también sea parábola y me explique cómo hacer. Para salir y ver. Para volver a ser sustancia real enamorada. Y abandonarme a tu lado.
Desde Ciudad de Buenos Aires, Argentina