Como senador peronista, Miguel Ángel Pichetto fue –de alguna forma– aliado del movimiento feminista y de la diversidad al votar la Ley de Matrimonio Igualitario en la madrugada del 15 de julio de 2010. En su discurso de cierre, como presidente del bloque oficialista, antes de la histórica votación, recordó las palabras de Antonio Quarracino, cardenal primado de la Argentina, cuando en 1994 propuso enviar a las personas homosexuales a un ghetto para evitar una “mancha en el rostro de la sociedad”. “Medieval y oscurantista”, lo definió Pichetto.
El 9 de agosto de 2018, el Senado rechazó la media sanción que faltaba para aprobar el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. Pichetto, entonces jefe del interbloque Argentina Federal, expuso aquella noche ante sus pares durante casi 30 minutos y defendió su posición a favor de la ley: “Estoy convencido de que la Argentina, cuando podamos votar este tema, va a entrar definitivamente en la modernidad. Va a entrar en un proceso de justicia, de equidad, un poco más de lo que hoy todavía se vive”. Y agregó: “El ‘no’ está cantado, pero el futuro no les pertenece. Más temprano que tarde las mujeres van a tener la respuesta normativa que necesitan”. No se equivocaba. Dos años después, el 30 de diciembre de 2020, el Congreso sancionó la Ley de IVE. Pichetto ya no era senador, hacía un año que había compartido fórmula, como vice, junto a Mauricio Macri, para enfrentar al Frente de Todos.
“Podrían haber puesto a una mujer”, dijo ahora Pichetto, actual presidente de la Auditoría General de la Nación, para descalificar por ser lesbiana a Ayelén Mazzina como ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad.
Luego de los repudios generalizados que recibió por su expresión discriminatoria y lesbofóbica, Pichetto aclaró en Twitter que “mi intención fue denunciar que el Ministerio de la Mujer (sic) no repudió el asesinato de Lucio Dupuy por coincidir la orientación sexual de la ministra, con las de las perpetradoras del crimen”.
Otra afirmación tendenciosa del exaliado, montada en la campaña de la ultraderecha que buscó asociar el horrendo crimen de Lucio con el feminismo y la condición de lesbianas de sus homicidas. Pero hay que aclarar que Mazzina se pronunció sobre el asesinato de Lucio. En una extensa entrevista con Télam, realizada por la editora de Género, Silvina Molina, la ministra pidió que el Poder Judicial de La Pampa “sea determinante y condene a las responsables del asesinato de Lucio”. “Hay dos responsables directas que tienen que ser condenadas por la justicia”, agregó, en referencia a la madre del niño y a su novia.
Hace tiempo que Pichetto expresa su corrimiento hacia la ultraderecha: uno de sus blancos suelen ser los migrantes. En octubre, lanzado como precandidato presidencial por Encuentro Republicano Federal, propuso prohibir la inmigración latina en el Conurbano para evitar “acumular pobreza, planes y miseria”.
Si en los ’90 la derecha regional tenía como agenda prioritaria imponer políticas neoliberales en materia económica y eventualmente se aliaba a sectores que se oponían a la ampliación de derechos para las mujeres y la diversidad y disidencia sexual, hoy el panorama es distinto. Hay una ultraderecha que reivindica las políticas neoliberales pero además, sumó como objetivos políticas más duras de seguridad, discursos xenófobos de rechazo a los migrantes y especialmente a la agenda de género y de la sexualidad. Jair Bolsonaro, en Brasil, es la encarnación de ese corrimiento. Pichetto no es ingenuo. El plan de las fuerzas de ultraderecha es también contra los derechos LGBTTIQ+, la educación sexual integral y los derechos sexuales y reproductivos, entre ellos el aborto. Pichetto es ahora “medieval y oscurantista”. Pichetto está en campaña.
Fuente: Página 12