La muestra es del artista visual Alejandro Marmo. Música y arte social se conjugan en encuentros mensuales en los cuales, desde esta semana, puede verse una “Hebe iluminada” junto a otras obras.
Un viento suave ronronea entre la vegetación que custodia la Ruta 8, ahí donde el terreno se desmarca de la velocidad hacia los barrios bajos, los que crecen alrededor del parque industrial de Pilar, el más grande de Latinoamérica. En la calma de un sábado a la noche, a la altura de Fátima asoma un edificio iluminado de colores. Adentro, una escenografía multimedia conjuga trabajo y arte para recibir al visitante: es el taller museo del artista plástico Alejandro Marmo. Escenario ideal para el encuentro que, una vez por mes, convoca a vecinos y artistas a un espectáculo singular, cobijado bajo las figuras iluminadas de Leonardo Favio, San Martín, o la más reciente: “Hebe”, lista para ser instalada próximamente en la ciudad.
La invitación a esta cita es sugestiva. Dice “De arte no entiendo nada”. Propone una tertulia alrededor de “un micrófono y 49 sillas”. Pero no es un karaoke. Es un show de artistas que rotan cada mes -para deleite de quienes llegan al taller-, organizado por el Grupo Octubre y la Fundación Arte en las Fábricas, que preside el artista reconocido por sus “personajes históricos” exhibidos en espacios públicos.
Pueden cantar Adriana Varela o Carolina Peleretti, Los Charros o Nico Matioli. La música teje su red entre las simbólicas obras de Marmo. Las que remiten inmediatamente, a las dos Evitas que “le cambiaron la cara a la ciudad”, como dicen los porteños. Fueron colocadas en 2011 sobre las fachadas norte y sur del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. En plena Avenida 9 de Julio. Le siguieron otras obras sobre ese boulevard: Padre Mugica, Arturo Jauretche. La apuesta fue: “Ganar la 9 de Julio para nuestros próceres”, explica Marmo a Página/12, con entusiasmo. Y se define: “soy punk”.
La noche
Al entrar al taller, las esculturas de Evita y Maradona cruzan miradas con Rosas, con Artigas, Favio, Gilda, Rodrigo Bueno. Los rostros delineados en acero llaman desde las paredes. Entre las mesas, La Virgen de Luján realizada con descarte de trenes y el Cristo Obrero, se agigantan entre una original colección de autos antiguos: todos “modelo nacional”.
“El arte que surge de la industria del deshecho nos revincula con el poder hacer”, sostiene el artista, revalorizando el mensaje de su obra, la que realiza con participación de obreros, desempleados o activos, y personas en distintas situaciones de exclusión. El camino transforma. En el inicio está la decisión de convertir “el rezago de las fabricas desmanteladas de los ’90, en el conurbano bonaerense, en arte”. La redención en la belleza. Al fin, eso es el arte, en su función social, reflexiona Marmo en su taller, mientras Adrián Colombo comienza a probar sonido para los boleros de la velada.
Las imágenes religiosas expresan el gesto humanitario sobre el cual Marmo -autodidacta, nacido en Tres de Febrero- construyó no solo arte religioso, desde ya, sino una filosofía que recupera desde el arte “la dignidad del trabajo”. Una versión sinfónica de “Me amas y me dejas” comienza a sonar y el artista explica el motivo de la convocatoria: “Uno debe alimentarse de lo humano. Y abrirse a una situación social implica adaptarse a lo que uno genera”, admite. Así nació este espacio cultural en su taller-fábrica. Marmo decidió tender manteles y compartir el pan con quienes ya lo conocen y con quienes llegan guiados por sus obras.
La obra
La presencia escénica de Alejandro Marmo en la performance creativa de la Argentina ya hizo historia. Lo saben quienes ven a Evita iluminada en la Ciudad de Buenos Aires, o al Maradona en Rosario. “Este lugar tiene que servir para generar proyectos de trabajo”, afirma sobre el taller. La prédica se materializa en “espacios productivos de trabajo”: el corte, el ensamble. Es así desde que comenzó a crear sus míticos personajes, con la colaboración de obreros desempleados, en los años ’90.
En los pisos superiores del edificio se puede visitar el taller propiamente dicho. También los salones que alojan cientos de siluetas de rostros conocidos: San Martín, Belgrano, el santificado padre Brochero. Y en un espacio especial, desde esta semana, la magnificiente “Hebe iluminada”.
La iconografía popular define la obra de Marmo. Los desclasados del sistema conviven entre abrazos, con los héroes de la argentinidad: Favio, Maradona, Charly García, Tita Merello, la silueta de las Islas Malvinas, incluso la del paraguas de Rucci que protegió a Perón en Ezeiza en 1972. La filosofía del descarte les da visibilidad, porque solo se completa el circuito creativo cuando la obra llega al espacio público. Y el proceso perdura ahí en la interacción permanente con el público, espectador, el simple transeúnte. Desde esta perspectiva, es una obra viva la de Marmo.
Y cómo ocurre en plazas y avenidas, museos y edificios de la Argentina, y de otros países como Italia, Japón o Dominicana, en la sala se produce la magia cuando comienza la música y surge el baile, al amparo de La Virgen del descarte. Muy cerca, centellea la figura de Rafaela Carrà. La noche es joven. Dentro de los autos antiguos juegan los niños.
“Me emociona el arte cuando llega, cuando sirve” enfatiza Marmo. Palabras como: servir, transformar, descarte y arte; se conjugan cuando habla. En los comienzos “la transformación era apostar a la Argentina” repasa. Hoy, la Argentina está “contada desde una red social de hierro. Eso habla del lugar de donde soy, y de lo que uno puede ser y hacer, transformando” reflexiona. Marmo indaga, busca y transformar “el relato de la marginalidad”. Por eso solo la exposición pública de la obra completa el proceso creativo. Y sabe ubicarlas, con rigor: una Virgen del descarte, en el Vaticano, no es menor “porque interpela –afirma–, no solo a la propia iglesia sino a toda la sociedad”.
La historia
La sensibilidad en el trabajo social lo acercó a Jorge Bergoglio cuando el arzobispo todavía no era el Papa Francisco, claro. Hoy su Virgen de Luján, hecha con deshechos, es patrimonio del Museo Vaticano, como su Cristo Obrero. “Acá tenemos esta Virgen, que es hermana de la que está en el Vaticano y también el Cristo” señala. Las esculturas, enormes, también parecen bailar entre la banda y los automóviles. Y bendecir esta “vuelta al trabajo, desde el desecho”, la que propone Marmo.
En la escena, Yrigoyen y Frondizi están cerca de Rafaela Carrá y del Siam Di Tella “argentino” subraya el artista. Su imaginario abreva “en la Argentina post industrial y en lo productivo”. Desde ahí afirma que “hay que construir un sentido nacional, emocional”. “Por eso estos autos, porque todos se fabricaron en la Argentina: el Siam Di Tella, la Coupe 7000 de Fiat, la Coupe 1600, el Citroen 13CV”, enumera.
La capacidad transformadora del arte “no elitista” se convirtió en su decisión de vida cuando se encontró en una profunda crisis, en la herrería de su padre. Solo. Tenía 22 años. Del padre y de su madre armenia, que vivieron la guerra, cuenta, hereda el estoicismo que deviene en el punk. Y la ternura: su obra El abrazo expresa la emocionalidad de quien absorbió la desolación. Habla de “sublimar la melancolía” de sus ancestros para explicar el camino que se inició en esa herrería de Villa Bosch. Allí está la usina creativa desde la que diseña tanto la famosa serie de personajes “iluminados” como las Vírgenes o los Abrazos: “Te metés adentro de las situaciones que expresan las obras, de los dolores y del padecimiento insoportable, pero eso te da también una potencia tremenda. Eso es transformador” sostiene.
Obra flamante
“Hebe iluminada”
La Hebe iluminada de Alejandro Marmo estará en la Ciudad de Buenos Aires. La pieza, terminada el mes pasado, se encuentra en el taller del artista para ser instalada próximamente.“Con Hebe me pasaron dos cosas: su figura me cautivó en los últimos años, más allá de lo que significa la causa de las Madres, que es para mí la agenda más trascendente de los últimos tiempos, como país. Me cautivó porque fue una figura punk. Frente a tanta perversidad, tanta hipocresía y tanta traición, Hebe abrió el cielo a una rebeldía incesante. Es absolutamente inspiradora para mantener la llama de la rebeldía”, puntualiza. “Por otro lado –continúa–, me hacía acordar a mi madre, armenia, peleadora, que no se cansó hasta el final. Ella partió hace 13 años y Hebe me conectaba con la lucha por la causa armenia, que es la del genocidio armenio y que tiene un espejo en la causa de las Madres, tan nacional”.
Fuente: Página 12