¿Qué le dirías al kirchenismo?

¿Qué le dirías al kirchenismo?

Escribí una carta abierta al kirchenismo. Tomá como ejemplo: “Carta abierta de Ricardo López Murphy contra el kirchenismo”

Consigna: ¿Qué le dirías al kirchenismo? Escribí una carta abierta al kirchenismo. Tomá como ejemplo: “Carta abierta de Ricardo López Murphy contra el kirchenismo: Orden o caos, son ellos o nosotros”.

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CARTA ABIERTA DE RICARDO LÓPEZ MURPHY CONTRA EL KIRCHENISMO

El diputado desaprobó las marchas militantes en Recoleta, integradas por “patoteros violentos, intelectuales amanuenses y carroñeros del erario público”.

En medio de los disturbios públicos y la exacerbación militante que despertó el juicio por la Causa Vialidad, en la que Cristina Kirchner es acusada por hechos de corrupción en la obra pública, Ricardo López Murphy publicó una extensa y contundente carta abierta contra el kirchnerismo, titulada “Orden o caos”. “Son ellos o nosotros”, advirtió el diputado nacional de Juntos por el Cambio.

En el primero de los 11 párrafos, el jefe del bloque de Republicanos Unidos en el armado de JxC aseveró que “cuatro mandatos” de kirchnerismo “han sido demasiado” y anticipó que “es muy probable que el año que viene las urnas expulsen” a ese partido político “de la conducción del país”, aunque lamentó “la destrucción que dejará detrás de sí”.

Acto seguido, señaló que “la principal toxicidad kirchnerista” quedó evidenciada en “lo que pasó estos días en Recoleta”, más precisamente frente al edificio de Juncal y Uruguay donde vive la vicepresidenta. Allí, remarcó, “se unieron todos los puntos del relato salvaje que escribe Cristina e interpreta un elenco conformado por patoteros violentos, peronistas facilitadores, intelectuales amanuenses y carroñeros del erario público“.

“Una síntesis de todo lo que el kirchnerismo ha sido, es y -a no olvidarlo- seguirá siendo: un movimiento que considera que la Constitución, las leyes, la división de poderes, los medios de comunicación y, sobre todo, la Justicia y las fuerzas de seguridad deben subsumirse y agachar la cabeza frente a los deseos del líder y su partido”, arremetió el exministro de Economía.

Luego de cuestionar y de desaprobar con dureza el amenazante cántico kirchnerista repetido hasta el hartazgo en las últimas marchas (“¡Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar!”), manifestó su apoyo al accionar de las fuerzas policiales: “Si un grupo de personas quiere romper un cerco policial hay que rechazarlos usando la fuerza legal. Reprimir el delito no va en contra de la vida democrática, sino que la asegura“.

También le dedicó una oración a Alberto Fernández, que no por ser breve fue menos filosa: “El presidente es una figura cuyo patetismo e impericia nos complican internamente y nos avergüenzan internacionalmente”.

“Siempre hay que apostar a la paz social. Pero para lograrla es necesario asegurar la vigencia de las leyes y enfrentar, sin temor ni dudas, a los provocadores de caos. Son ellos o nosotros. El único camino es el del orden y la ley”, cerró. 

La carta abierta de Ricardo López Murphy: “Orden o caos”

“Es un error vender la piel del oso antes de salir de caza. La historia está llena de circunstancias que parecían seguras y luego se frustraron. Argentina, además, es tierra de lo imprevisible. Sin embargo, de no mediar imponderables y, más importante aún, de evitar la oposición errores no forzados, es muy probable que el año que viene las urnas expulsen al kirchnerismo de la conducción del país.

Cuatro mandatos y una casi total centralidad en lo que va del siglo XXI han sido demasiado y la destrucción que dejará tras de sí el kirchnerismo excede por mucho a las consecuencias de un Estado fiscalmente caníbal, una economía triturada y una corrupción endémica.

La principal toxicidad kirchnerista puede verse en la cáscara de nuez de lo que pasó en estos días en Recoleta. La esquina de Juncal y Uruguay fue una suerte de aleph kirchnerista, un punto donde se unieron todos los puntos del relato salvaje que escribe Cristina e interpreta un elenco conformado por patoteros violentos, peronistas facilitadores, intelectuales amanuenses y carroñeros del erario público.

Una síntesis de todo lo que el kirchnerismo ha sido, es y -a no olvidarlo- seguirá siendo: un movimiento que considera que la Constitución, las leyes, la división de poderes, los medios de comunicación y, sobre todo, la Justicia y las fuerzas de seguridad deben subsumirse y agachar la cabeza frente a los deseos del líder y su partido. Sólo Cristina tiene poder y legitimidad. El resto debe soportar la humillación y guardar silencio.

La ley es optativa para el kirchnerismo. El Estado de derecho y la legalidad son sólo un corsé para la oposición, que así juega en una cancha inclinada. La policía no debe actuar de policía si enfrente hay un compañero. Los fiscales no deben actuar de fiscales si enfrente hay un kirchnerista.

Yo quiero paz social como el que más, pero, asumámoslo, el grito de “¡Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar!” es un inconfundible grito de guerra. ¿Qué significa “si la tocan”? ¿Un proceso judicial es “tocarla”? ¿Mantener el orden cuando una horda de seguidores fanáticos vandaliza un barrio impidiendo a los vecinos tener una vida normal y obligando a los comercios aledaños a cerrar es “tocarla”?

¿Qué pierda una elección es “tocarla”? Es inadmisible. ¿Quiénes se creen que son? Nadie puede estar por encima de la ley. Especialmente quienes poseen cargos públicos. ¿Qué orden social sería ese en el que hay privilegiados a los que la ley no los alcanza?

Por otro lado, ¿qué significado cobra la amenaza “qué quilombo que se va a armar”? ¿Qué piensan hacer si Cristina obtiene una condena judicial? ¿Piensan acaso generar disturbios y quemar calles como hizo la izquierda en Chile o en Ecuador? ¿Piensan generar caos y anarquía para luego victimizarse? ¿Creen que los vamos a dejar? Se equivocan.

Hace unos días mencioné que nos vemos enfrentados a una lucha política e institucional entre ellos y nosotros. El universo del nosotros está conformado por aquellos -de cualquier partido u orientación política- que crean que la Constitución Nacional se respeta y en ese marco se discute, se debate -incluso encarnizadamente– y se dirime el poder.

En el ellos están quienes creen lo contrario, quienes se creen legitimados por una razón superior a las leyes, movidos por un fanatismo que los lleva, impunemente, a cargar contra las normas y las fuerzas del orden público establecidas para defenderlas.

Ellos son los execrables diputados que, haciendo homenaje a un síndrome de eternos adolescentes, buscan enfrentar a la policía para jugar a revolucionarios. Ellos son los funcionarios públicos que, con dinero de todos, incitan al alzamiento.

Ellos son los patoteros gremiales que bloquean empresas en todo el país. Ellos son los sindicalistas que tienen secuestrada a la educación hace años, provocando un éxodo del sistema público, líder en ausentismo y paros docentes.

Ellos son los militantes, arrebujados en empresas públicas engordadas a impuestos, que se dedican a impedir cualquier tipo de reforma que genere más inversión y trabajo. Ellos son los títeres de Cristina que se disfrazan de moderados mientras posibilitan este cuarto mandato kirchnerista y sus nefastas consecuencias.

Ellos son los ministros orwellianos que nos mienten descaradamente y de manera cada vez menos sofisticada. En el ellos está también el presidente, una figura cuyo patetismo e impericia nos complican internamente y nos avergüenzan internacionalmente.

Ninguno de nosotros quiere ver disturbios en la calle. Pero el sólo desear la paz y el orden no va generar que ocurra. Si ellos quieren cargar contra las leyes, deben encontrar la oposición de un Estado que oficie de Estado y de una policía que pueda hacer de policía. Hay que utilizar el monopolio de la fuerza para asegurar el orden público.

Si mil manifestantes pueden repeler un camión hidrante hay que poner cinco camiones hidrantes. Si un grupo de personas quiere romper un cerco policial hay que rechazarlos usando la fuerza legal. Reprimir el delito no va en contra de la vida democrática, sino que la asegura. No existe la paz sin la ley, ni hay la ley si no hay sanción efectiva contra quien la viola.

Nada es más importante y prioritario que el orden público. Es la función principalísima del Estado proveer y asegurar un marco de legalidad en el que los ciudadanos, sin importar las justificaciones que tengan o crean tener, deban respetar los derechos del prójimo y cumplir las leyes.

Si es esperanzador que haya ciertas coincidencias en materia de las reformas necesarias -fiscal, laboral, del Estado, por ejemplo- todavía falta generar un férreo consenso, sin miedo ni complejos, respecto de la necesidad de cumplir el mandato constitucional y hacer respetar el orden público. Cueste lo que cueste.

Siempre hay que apostar a la paz social. Pero para lograrla es necesario asegurar la vigencia de las leyes y enfrentar, sin temor ni dudas, a los provocadores de caos. Son ellos o nosotros. El único camino es el del orden y la ley”.

Fuente: Clarín

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