Hay una rareza impregnada en el aire.
Un estanque olores e imagenes. Laberintos
otoñales de otros tiempos. Caóticos,
inconclusos hasta perversos.
Miro a mi alrededor, las aves cantan en
algún balcón. La abejas tratan de saborear
un flor. Una zamba brasilera suena a lo
lejos. ¡ se quema! -digo- y corro a la cocina.
El perro ladra a tanto alboroto. Y me paro en
medio de la rutina; me paro y pienso: hay
una rareza impregnada en el aire. Quizás
sea el aroma a menta que viene de huerta.
El reflejo oportuno de un sol medio
desinteresado. O quizás sean, los laberintos
otoñales, de tiempos inconclusos, los que
llaman a mi puerta para que les abra y así
ver lo que ha pasado con aquel legado
inculcado de generación en generación.
Soy la del legado aquel. Soy la
reencarnación de todas esas mujeres, que
habitaron mi espacio. Soy ese tiempo
caótico, nublado. Pero también soy este ,
dónde el perro ladra, la comida se quema,
los pájaros cantan, y las abejas revolotean.
Puede que solo sea nostalgia. O recuerdos
viejos de otros recuerdos, contados y jamás
encontrados.
Pero sigo aquí, parada observando lo que
construí.