Hablo desde adentro, desde las tripas, desde las lágrimas de sangre derramadas en el momento mismo donde conocí la palabra y grité ¡Integrar, insertar, incluir!
Inclusión, ¿Empezar por algo?
Si!! Empezar por ponerse en los zapatos del otro, porque incluir significa comprender, aceptar, adaptarse, sumar a través del amor, ejercer humanidad, considerar, sentir y latir en la piel de aquel que se ve distinto, de aquel que se siente especial, del que tiene capacidades diferentes. Ponerse en el lugar del otro es un gesto sublime, es hablar de entendimiento y hermanarse en el idioma único del corazón. Incluir es mucho más profundo que pretender cambiar el lenguaje, cuando la necesidad es una rampa, un ascensor, un baño adecuado, un lugar adaptado, una mano empática que aplaste la indiferencia colectiva. ¿Es acaso una manera de incluir, un QR, para la tercera edad, conseguir un turno médico vía mail, acudir a páginas de internet para trámites básicos, sin alguna otra opción, sin una capacitación, asistencia o asesoramiento?
¿Me pregunto por qué mejor no hablar de “exclusión”?
Tal vez comenzando por ahí, lleguemos más rápido. ¡Hay tanto qué lograr antes de desafiar a la RAE!