Querido Quino:
“…Empiezo a impacientarme por irme de Buenos Aires, como siempre acabo estándolo por abandonar cualquier ciudad. Sin embargo, lo nuevo en este caso es que mi impaciencia incluye ahora una ansiedad, no por leve menos persistente. No se trata de que quisiera estar en otro sitio; deseo irme porque estoy incómoda. Además, un elemento nuevo ha venido a añadirse a mi malestar. El número de sitios a los que podía ir en Argentina y el mundo están estrictamente limitados debido a la pandemia
mundial…” (John Berger/ “G”, 1971)
Querido padre, amigo, maestro, hoy he recibido un mensaje de nuestro querido amigo Joan Manuel, me dice que le preocupa tu estado de salud y el aislamiento por el que has optado en estos últimos años.
También a mí me angustia no verte; aquí sentada, expuesta en medio de cuanto personaje ande caminado por el barrio. Me acarician la cabeza, me pegan chicles, fogonean mis ojos con cuanta cámara de fotos lleven; hasta han llegado a sentarse en mi falda irrespetuosamente.
No me gustaría que te sientas mal por estos comentarios; te agradezco por tu genialidad; y por haber hechos de mis amigos y a mí, personajes tan conocidos en el mundo. Sin embargo, tanto tiempo he permanecido mirando para el mismo lado que, sólo me queda, tener en funcionamiento lo que está adentro de mi cabezota. Desde ya, que imagino a los demás esperando frases inteligentes salidas de mi boca. Por supuesto, que sean políticamente correctas así, se pueden expoliar (nuevo verbo fashion) y muestren a esta niña-mujer “empoderada” que la pegaron con cemento a un banco en el barrio de moda,
“puesto en valor”; desde mi lugar, puedo ver el negocio de souvenir con mi cara y la de mis amigos y ciento de frases de tu ingenio, reproducidas en cerámica, madera y telas hasta el infinito. Para que te rías un poco a pesar de mis pálidas querido Quino, te cuento que en el árbol que tengo enfrente hay una leyenda sobre madera que dice: “TODOS SOMOS MAFALDA”, ¡cuánta impostura!
Cuando llega la noche y la calle está en silencio, abro grande los ojos y trato de ver eimaginar nuevas historias y siento que cada noche me cuesta más; por esa razón, para escribirte, he tenido que recurrir a otro creador y copiar un párrafo de J.B., espero no haberte defraudado, pero sentí que él lo decía mejor que yo.
En esta realidad imprevista, o no tanto, que nos toca experimentar se van perdiendo costumbres, algunas visitas que ya no llegan y otras voces que no escuchamos; ¡ah!, me olvidaba, tanto tiempo sentada, me ha vuelto bastante chismosa: el martes lo vi pasar a Daniel muy apurado con barbijo y gorra, y pude reconocer su espalda un tanto agobiada.
Me enteré (tal vez lo sepas) por algunos estudiantes que suelen venir a fumar sobre mi cabeza: que él, tiene un programa cultural en la radio de la UBA., los martes por la tarde; intentaré escucharlo del celular de algún pibe cuando se siente a mi lado y después te cuento.
Querido mío, te dejo por hoy, no quiero atosigarte y pronto tendrás noticias mías, espero que más jugosas y alentadoras.
Un abrazo enorme y seguimos pensando.
Tu querida Mafalda
PD: Esta carta nunca llegó a Quino, él partió en solitario sin avisar.
Durante una semana: “TODOS FUIMOS MAFALDA”
Octubre 29/20- Cristina