Victoriano era un hombre público. Publicaba constantemente sus ideas excepcionales, únicas, de contenido universal.
Filósofo, escritor, ensayista, comunicador; había logrado la increíble posibilidad: Aquellos que lo leían o escuchaban se sentían comprendidos dentro de su mensaje.
Todos los traductores, en todos los idiomas, llegaban a cumplir con su tarea sin que perdiera la esencia fundamental: Lo que Victoriano decía era novedoso para los pensadores de su época. Aplausos, viva maestro, genio, creador. Él, victorioso, recibía humildemente los halagos.
Hasta que un día, una de sus ideas se escapó del molde. La Idea decidió jugarse sola, desligarse de las otras y comenzar un camino ideal. Ser libre. Primero optó por una vía sencilla. Empezó a recorrer el cuerpo de Victoriano, sí… todo su cuerpo.
Empezó por sus gestos y decidió convertirse en La Idea Gesticulante. Con exquisita perfección provocó que gesticulara demasiado. Sus asesores de imagen le pidieron que moderara sus asentimientos, cabezazos y movimientos de manos, que dejara de tocarse la nariz. Victoriano logró dominarlos.
Entonces, La Idea optó por un camino sencillo. Logró otro recurso. Comenzó a recorrer el interior de Victoriano y se convirtió en un tic. Así que, cuando hablaba de lo trascendental, ella le imponía un guiño inesperado en el ojo izquierdo, en medio de una conferencia transmitida por cadena nacional. Victoriano sorprendía con sus guiños. La Idea lo hacía en el momento preciso. El momento más inoportuno. Lógicamente, los responsables de los medios de comunicación le sugirieron que no hiciera más presentaciones en vivo. Pese a su deseo tuvo que dejar de lado esa forma de comunicación.
Sus asesores montaron otra estrategia. La imagen fija de Victoriano con sus lentes, una semi sonrisa y su voz en audio.
Todo funcionaba bien, pero La Idea, tan libertaria, buscó otro lugar. Usar la voz. Un tartamudeo le vendría bien. Un tartamudeo inconstante e inesperado.
Con la imagen de la semi sonrisa permanente, La Idea se metía en alguna palabra sabiamente elegida: pro…pro… proposición, pre…pre… preliminar. La pr le venía bien. Luego cambió a la al… alteridad, altivo, altruismo. Victoriano se desbordaba desbocado. Sus asesores decidieron cortar y pegar, cortar y pegar. La Idea fue avanzando y tomó todas las palabras. Imposible ya entenderlo.
Victoriano, empecinado, decidió solamente escribir. Fue allí que La Idea asoló sus escritos y se convirtió en Idea Confusa. Ni el ordenador, la lapicera, el lápiz, la tiza le fueron útiles. Ella lo manejó todo.
Los asesores no pudieron con eso. Nadie podía traducir a La Idea Confusa. Ahora ella era la Reina Universal Victoriosa. Intervinieron lingüistas, correctores, traductores, psiquiatras, hechiceros, encantadores encantados con la idea de desencantar. Nada fue posible. La Idea los superó y reinó de allí en más sobre Victoriano.
Los especialistas intentaron combatir el mal. Lamentablemente los expertos sólo vieron lo que querían ver. Le diagnosticaron un Alzheimer que lo consumía. Victoriano murió confundido y en soledad.
Bueno… no tan solo. La Idea lo acompañó hasta el punto final.
ANAMAR