Escribo cuentos para comunicar.
Escribo cuentos para sanar.
Escribo cuentos para expresar que las vivencias de gente de mi edad, pueden servir de catapulta para otras almas que no se animan a hacerlo.
Escribo cuentos para justificar episodios personales o ajenos de violencias solapadas y procurando recrear un entorno de ficción más amigable que el real.
Escribo cuentos para dejar testimonio de mi tiempo, para que la vorágine de los hechos únicos de cada día, no resbalen de mi mente ni de mi cuerpo sin haberlos aprovechado.
Escribo cuentos para cuidar mi idioma, buscando siempre las mejores palabras para concretar lo que mi mente puede idear.
Escribo cuentos para honrar a mis antepasadas, cuyas manos estaban destinadas a trabajar la tierra o a la costura y las mías solo saben escribir.
No fui una escritora precoz, solo llevaba un diario íntimo que no sabía de poesías sino de la prosa de una soñadora adolescente enamorada de un amor platónico nacida bajo el signo de piscis.
La madurez me impulsó a hacer público los productos de mi experiencia y de mi surrealista imaginación.
Escribo cuentos para que un potencial y romántico lector satisfaga su hábito y pueda soñar con lo que yo invento y que sienta la pasión de escribir con la implícita promesa de no cortar la cadena, la magia, el hechizo.