Tiempo de revancha, un orificio de aire fresco en pleno proceso militar. Por Gabriel Palleres

Tiempo de revancha, un orificio de aire fresco en pleno proceso militar. Por Gabriel Palleres

Pedro Bengoa, un ex sindicalista que comenzó a trabajar como dinamitero en una mina propiedad de una empresa multinacional corrupta, decide junto a Bruno Di Toro, su compañero de trabajo y viejo compañero de la lucha obrera, producir una explosión que parezca accidental y los dejes sepultados. Todo forma parte de un plan elaborado por el abogado Larsen, para simular luego que Di Toro perdió el habla y negociar así una indemnización con la empresa.

Durante la fallida explosión Di Toro se asusta y sale corriendo por lo cual pierde la vida, mientras que Bengoa queda aparentemente sin habla y se conecta con Larsen para seguir adelante con la simulación planeada. La empresa sospecha que se trató de una maniobra intencional, negándose a pagar la indemnización en primera instancia. Pero en el juicio se descubre un manejo turbio de fondos por parte de la empresa, y debido a esto, llega a ofrecer 500.000 dólares a Bengoa, lo cual Larsen le aconseja aceptar. Sin embargo, el ex sindicalista cambia de opinión, y decide entonces llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias y exponer ante la justicia la corrupción de la empresa.

Esta película excepcional escrita en trama metafórica y estrenada en pleno proceso militar (1981), hace reminiscencias constantes a la dictadura; Bengoa no puede hablar, porque una sola palabra lo condena a muerte. ¿Qué hace entonces? Se tapa la boca con cinta, porque le pusieron micrófonos en la casa, hace el amor con música a todo volumen, habla con lenguaje de señas…en conclusión, como en el proceso, el silencio es salud

Bengoa se niega aceptar un acuerdo extrajudicial y quiere exponer ante la justica lo que verdaderamente hacia la empresa: adquiría concesiones de minas sin riqueza alguna y contraía sendos préstamos y volcaba ese dinero en la bicicleta financiera; como rehén de este negocio, los pueblos contaminados por las explosiones y centenares de obreros muertos. En síntesis: un negocio especulativo que descansa sobre un inmenso cementerio, sobre una tierra de veneno y amargura.

 El vasco cabeza dura de Bengoa logra ganar: la justicia ordena allanamientos y la intervención de las empresas; pero también, la persecución se acelera: le tiran desde un falcón verde un testigo del juicio, lo persiguen hasta que, como buen ciudadano, decide cortarse la lengua y de esta forma ser parte del l ejército de mudos que sobrevivió a la dictadura.

Como habrán notado hasta acá, los guiños con la dictadura son obvios: las multinacionales que usan al Estado para enriquecerse, una sociedad despolitizada, el silencio como sinónimo de salud. Hablar de silencio es también decir que las películas, música y libros que se publicaban en esos años, tenían que cumplir con un solo requisito: no decir nada, ser un simple pasatiempo bobo mientras se mataba y torturaba en el país. 

Tiempo de revancha, escrita y dirigida por Adolfo Aristarain, fue estrenada en 1981 y significó un canto de libertad en medio de tanta represión. Al igual que las metáforas de los temas de Charly García, logró saltar la censura e instalarse como un faro de resistencia cultural.

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