La cura. Por Micaela Fernández

La cura. Por Micaela Fernández

Soy dulce pero mi coraza está bien trabajada 

Me cuesta llorar en público, pedir ayuda.. 

Hay una ira que me explota en el pecho y la garganta 

Hay una fuerza en mi cuerpo, tanta fuerza que me siento capaz de romper y quebrar lo que sea que interrumpa ésta ira 

Soy inocente, sensible, no me cuesta pedir perdón, sé escuchar y comprender 

Sí, podría hacer una lista de mis cualidades y virtudes 

Pero ésta ira.. ¿Qué es? ¿En qué momento se metió en mi cuerpo? 

Por un lado, me defiende.. me hace sentir viva 

Por otro.. me marchita.. me agota el corazón 

Bajo la ira hice muchas cosas.. Nada graves pero sí tristes.. Cosas que no vale la pena recordar 

Lo que sí quiero recordar es el antídoto o mejor dicho, el calmante, la contención a ésta ira.. 

Abrazos. Comprobé en carne propia los desastres de la ira y la cura de un abrazo 

Mi abuelo materno, quien me crió, me empujó al arte y me conoce más que nadie.. 

Mi abuelo jamás me dice lo que yo quiero escuchar 

Me choca, me enfrenta, se burla de mi ira hasta que toda la podredumbre salga de mi cuerpo 

Un día, mi abuelo me dijo, con lástima: “Jamás te vi llorar” 

Palabras suficientes para que los ojos me duelan de tanto retener el llanto 

Él me dejó sola un rato, con mi orgullo 

Cuando volvió a buscarme, ambos llorabamos y nos hundimos en el abrazo más sanador 

No sabia, no era consciente de cuánto necesitaba ese abrazo 

“Llorar hace bien”, me dijo, “me alegra verte llorar porque te veo más humana” 

A partir de ese momento, pido abrazos sin orgullo 

Y cada vez que la ira invade mi cuerpo, mente y corazón, lloro con todas mis fuerzas 

Hasta que mis ojos queden secos 

Hasta que no me quede opción que reír con locura.. 

Llorar hasta sentir el cuerpo menos pesado, la mente más descansada y el corazón menos dañado.. 

– Micaela Fernández / Hija del Viento 

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