El término biopolítica es utilizado por Foucault para referirse al uso de los diversos recursos que otorga el poder para dominar a las personas. El poder decide sobre la vida y la muerte de los ciudadanos. Actualmente, ese poder ha excedido su dominio: no solo busca controlar a las personas, sino que también las destruye. Además, disfruta de esa destrucción. Este exceso es lo que llamamos crueldad. Un gobierno es perverso cuando encuentra placer en la destrucción de los más frágiles. Lo curioso es que, frente a los poderosos, se arrodilla y se denigra.
Tenemos múltiples ejemplos para ilustrar el caso de un presidente latinoamericano que se toma fotos con un multimillonario de un país hegemónico, por ejemplo. En su rostro, se puede ver cómo disfruta, y en el del millonario, podemos imaginar que está pensando en todo lo que puede llevarse del país de este excéntrico presidente, quien tanto goza humillando y siendo humillado.
Los efectos de esta poderosa locura no tardan en manifestarse en la población de ese país. Muchas personas enferman, ya sea psicológica o físicamente. Aquellos que estructuralmente están mejor preparados enfrentan tanta injusticia como pueden. Este país, al igual que el resto del mundo, acaba de transitar una terrible pandemia y la Argentina un mediocre gobierno además.
Muchos votaron por el excéntrico presidente sin reflexionar, agotados por lo vivido y arrastrados por una fuerte campaña mediática de odio y racismo, bastante similar a la que impulsó Goebbels en la Alemania nazi. Lo cierto es que los consultorios están siendo atravesados por los problemas sociopolíticos del momento.
Aparecen importantes problemas de estrés, y a veces la angustia no se puede ocultar. Síntomas de violencia, autoagresiones, depresiones e intensos ataques de ansiedad, comúnmente llamados “ataques de pánico”, son frecuentes. Ni hablar de las adicciones, que ocupan el primer lugar. La adicción cumple la función de tapar la angustia que genera el dolor de un mensaje perverso o la dificultad para procesar un duelo (pérdida de un ser querido, separaciones, trabajos, ideales, proyectos, etc.).
Por un lado, enfrentamos la perversidad del poder, y por el otro, el individualismo de nuestra época. “Mejor que renuncie quien no puede unir a su horizonte la subjetividad de su época”, dijo Jacques Lacan. Me pregunto si los psicoanalistas y psicólogos de la Argentina estamos a la altura de esta época. Mirar para otro lado mientras tantas personas sufren también es una forma de la crueldad.
Lic. Patricia Gorocito
Docente UBA PSI