No quería que me busquen
ni que me feliciten
ni ser abanderado
ni dejar de jugar a los rastis
ni a los soldaditos
ni a la pelota
ni a las damas
ni al ludo
ni jugar bien al ajedrez.
Ni que me reconozcan
ni correr rápido
ni dibujar hasta el último detalle
y dejar de hacerlo
y hacerme el distraído cuando me preguntan
ni dejar de ser bizco
ni usar más el parche
ni los aparatos
ni tener pie plano
y usar plantillas en los pies.
Ni que me pidan explicaciones
ni darlas
ni pedirlas
ni prestar atención
ni robar
ni tener que decir sin decir
ni poner la otra mejilla
para que no me dieran un beso
ni limpiarme la cara
ni que me perdonen
ni perdonar
ni pedir perdón
ni creerme más vivo que los otros
ni sentarme a la derecha de ningún padre
ni estudiar
ni recibirme
ni jugar al elástico
ni a la rayuela
ni a la canasta
ni al roba cajón
y escuchar la radio
y ser de River
y colarme en cambio
para ver a Ferro.
No quería que me leyeran
ni estafar a nadie
ni tener tantos amigos
y perderlos todos
ni mentir
ni llamarme Juan Carlos
ni que me digan Juanca
ni Juanqui
ni Juanquito
ni Juan Carlitos
ni Juancho
ni Juanchi
ni Juancete
ni Juancito
ni llamarme
ni que me llamen.
Ni Juan Botana.
Ni.
Ni haberme enamorado
ni pedir disculpas todo el tiempo
ni ayudar a nadie
para que me dejen tranquilo
ni ayudar a todos
por la misma razón
ni aguantar a la gente
ni sufrir
ni hacerme caca encima
ni tomar porquerías
ni ser un roñoso
ni lavarme mal los dientes
ni tener cera en las orejas
ni costras en los brazos
ni hongos en los pies
ni bañarme con agua fría
ni sentir vergüenza
y que nunca me echen
ni me rechacen por eso
ni mirar de costado
y bajar la cabeza
para que no se den cuenta
y mirar quien sabe qué
ni ponerme la mano en la boca
para callar lo incontable
¿quién sabe qué cosa?
Siempre otra cosa
ni dejar a nadie y dejar a todos
ni olvidarlos
ni extrañarlos
ni estar solo
ni quererlos mucho
siempre y cuando
no me rompan mucho las pelotas
ni llorar porque no lo hice
ni llamarlos
ni hacer favores
ni que me los pidan
ni necesitarlos
porque no los necesito
ni que me necesiten
ni que me entiendan
ni que me quieran
ni que me juzguen
ni que me crean
ni que no me crean
ni que recen por mí.
Ni que me deseen
aunque a veces me confunda
ni parecer bueno
ni ser bueno
ni usarlos a todos y dejarme usar
ni seguir encorvado
ni jugar a las chapitas
agachado en el piso
o en la mesa del comedor
ni a los daditos en la escuela
ni enrular el pelo
ni estirarlo
ni tener caspa
ni atar nudos y pedir deseos
ni hacer arreglos en la casa
ni oír canciones
ni oír
ni pedir
ni hacer que escucho a todos
y no escuchar a ninguno
y pensar en otra cosa
como si me importara.
Siempre en otra cosa:
¿Pero en qué?
¿En qué?
Ni tener miedo
ni lastimarme
ni lastimar a nadie
ni abandonarme
ni pelearme
ni juzgar
ni criar peces
ni perros
ni pájaros
En un cuarto.
Ni haberlos abandonado
ni vender revistas
ni cds
ni publicidad
ni nada.
Ni ir a La Salada
ni a la feria de Flores
ni a la de Pompeya
y cruzarme a buscar agua bendita
a ninguna iglesia.
¿Para quién?
¿Para qué?
No tener un tren
ni una bicicleta
esperar una hija
un dodge que vendí
algunos cuadernos
una lapicera
deudas pasadas
que no me dejan dormir
un par de autitos
remeras que no uso
cantar más o menos
algo de paciencia
unas estampillas
haber encontrado
al amor de mi vida
ni escribir.
Tener más libros
de los que podría haber leído
y que a esta altura
ya no voy a leer
como si me gustara
como cuadros colgados
en una pared
como bolsas de plástico
arrojadas al mar.
Quería.
Quería que no me abrazaran
por las noches de chico
tirarle a las ventanas
piedras de alquitrán
temblarles al oído
no dormir tranquilo
-no me hicieron nada-
y mirarlos mal.