Nació en 1964 en el barrio de Belgrano y su vida terminó abruptamente con su suicidio, en Santos Lugares, el 3 de diciembre 1996.
Desde joven le interesó entender en profundidad los pliegues de la sociedad: fue un destacado militante de la Juventud Comunista, estudió Sociología en la UBA, para luego abandonar ambas, salir a la calle y escuchar, abrir los ojos y el corazón con sensibilidad y profundidad.
Empezó a trabajar como periodista en la revista Radiolandia, luego en la mítica revista Fierro, para desembocar en Página 12 y el diario Sur. Estos trabajos serían importantes para Polosecki, pero no consagratorios.
Cuando en 1992 cerró el diario Sur, por el simple hecho que el proyecto comunista que promovía olía a calas, Fabián se quedó nuevamente sin trabajo; solo se llevó, como indemnización, una Olivetti, que luego haría historia en el “Otro lado”. Por casualidad se enteró de un casting para un micro de entrevistas para el programa Rebelde sin pausa, que conducía Roberto Pettinato. La producción le dio la libertad de elegir el tema: Fabián se inclinó por una entrevista a un custodio de un cabaret, que le dio una visión descarnada de la noche y sus soledades. Quedó Fabián, el programa duró pocos meses, pero le dio el tiempo y los contactos para armar la idea del Otro lado: un guionista de historietas sin ideas, que se había perdido en el cemento urbano de Buenos Aires, salió a buscar historias y a ofrecer su oído para escucharlas.
El programa salió por primera vez en 1993, en el ATC que dirigía Gerardo Sofovich y que se había convertido en la voz del menemismo. El reconocimiento del programa fue instantáneo: el público absorbió las entrevistas de Polo, se obnubiló con ese innovador lenguaje estético y esos personajes de la argentina subterránea.
El Otro lado (1993/ 1994) y El Visitante (1995) obtuvieron tres premios Martín Fierro y Fabián Polosecki se convirtió en representante del nuevo periodismo. Su enorme aporte fue darle voz a aquellos que no tenían voz; enfocar ambientes marginales y personas que transitaban en la vereda opuesta de la frivolidad del menemismo, en plena década del noventa. Podemos afirmar muchas cosas más también: su lenguaje único, su mezcla de documental, poesía, policial negro,
ficción, historieta, lo convirtieron en un programa de culto de la televisión argentina y a Fabián en un periodista que iluminó el camino a generaciones.
Esta historia, por desgracia, no tuvo final feliz: luego de la quiebra de ATC y la convocatoria a acreedores del canal, el Visitante llegó a su fin y Polo se quedó nuevamente sin trabajo. Se aisló del mundo y su personalidad sufrió un cambio dramático: abandonó su casa y se fue a vivir al Tigre, lejos de su mujer e hija. Se lo veía triste y apagado, sin fuerzas. Un periplo sombrío se abría: las persianas de las productoras se cerraban sucesivamente y su chirrido impactaba letalmente en
la vida de Polo.
El 3 de diciembre de 1996, se conoció la triste noticia de su suicidio: se arrojó debajo del tren en la estación Santos Lugares; la misma estación, donde años antes, un maquinista entrevistado en El otro lado, le dijo que era la estación preferida por los suicidas. Por orden de Polo, esta declaración jamás salió al aire.
Quedó un interrogante enorme en torno a su muerte, pero no entorno a su obra: una forma innovadora de contar historias, un periodismo donde importaba el otro, una poesía de lo cotidiano.