Walter Lezcano nació en Goya, provincia de Corrientes, Argentina, en 1979. Aunque, al cumplir un año, su familia se mudó al conurbano bonaerense. Se crió en la localidad de San Francisco Solano. Es escritor, poeta, ensayista, periodista freelance y docente de secundario. Descubrió su interés por la literatura en la casa de su padrastro, leyendo alguno de sus libros, y supo que él también deseaba contar historias. Ha publicado más de veinte títulos, entre novelas, cuentos y poemarios, la mayoría en editoriales independientes. En ensayos y crónicas, se ha especializado en el rock nacional. Entre sus trabajos más conocidos en esa área se cuentan los dedicados a la figura de Andrés Calamaro y Él mató a un policía motorizado, banda indie de La Plata, ambos publicados por la editorial Gourmet Musical. Además, fundó su propio sello editorial: Mancha de aceite.
¿Por qué causas luchás?
La primera pregunta: ¿Por qué luchas? o ¿Por qué causa luchás? Me acuerdo el libro de Joaquín Giannuzzi, uno de mis héroes: “Señales de una causa personal”. En este momento tengo varias casusas por las cuales estoy luchando y todas tienen que ver con la supervivencia en este momento. De cosas que me interesan mucho, pero parece que en esta época en la que vivimos están intentando ser devastadas.
Soy docente, soy periodista, me gusta leer y me gusta escribir. Todas esas cosas están, en este momento histórico, igual creo que lo estuvo siempre, pero en este momento histórico hay un particular enseñamiento con esas cuestiones. Yo soy docente en escuela pública en colegios secundarios, los sueldos son bajos, el descreimiento social es terrible, el bastardeo del Estado es impresionante. Todas esas cuestiones que están pasando alrededor de lo que a mi me interesa, mueve mi vida, está siendo dejado de lado como parte importante de la construcción de un país, de una identidad de un futuro, de un territorio, de todo lo que me parece hermoso para que la vida tenga algún tipo de sentido está siendo corrido del lugar de importancia que tiene.
Así que en este momento de mi vida estoy sosteniendo estos valores que esta época está queriendo vapulear y humillar. Estoy en esa ahora. Sosteniendo la docencia, dándole muchísimo tiempo al periodismo y escribiendo lo más que puedo y a veces tengo la suerte de que sale algún libro mío. Así que me parece interesante este momento en el que tengo que sostener estas banderas que mucha gente considera causas perdidas. Así que estoy defendiendo causas perdidas.
¿Hay una identidad marrón?
Sí, por supuesto, hay una identidad marrón, que Argentina que es un país racista y asesino intente negar esa identidad marrón que es algo que hizo desde toda su historia. Argentina, Latinoamérica, Europa, todo el planeta tierra intente negar esa identidad que si existe.
El colectivo identidad marrón lo que intenta es visibilizar un problema que es el racismo en Argentina y que tiene una particularidad muy distinta de lo que ocurre en otros países de Latinoamérica y por supuesto, muchísimo más en Estados Unidos y Europa. Entonces, las particularidades nuestras de Argentina son de esta parte del mundo.
Entonces, hay una identidad marrón que tiene que ver con las formas con las cuales nos identificamos, las maneras que tenemos de hablar, de vivir, de sentir, de pensar, de construir nuestra belleza, forma parte de eso.
Por supuesto que sí, que hay una identidad marrón y la sostenemos con alegría con goce, con felicidad. Pero también sabiendo que Argentina es un país racista y asesino que se niega a ver su propio racismo. Entonces, eso hace que la cosa sea muy difícil, eso hace que la posibilidad de visibilizar este flagelo argentino del racismo sea mucho más difícil porque ni siquiera existe la posibilidad de ponerle palabras a eso, porque nadie se asume que es racista o que tiene comportamientos racistas o que esté generando microracismos con muchas de las acciones que está llevando adelante. Así que sí, existe una identidad marrón.
¿Por qué creés que te leen?
Esa pregunta es interesante, pero no tengo ninguna respuesta para dar. Lo que sí puedo decir que disfruto muchísimo lo que se hace en soledad que es la escritura, una soledad superplacentera y que a veces uno puede poner algo por escrito. Tiene la suerte, yo escribo todos los días, pero no siempre puedo llegar a escribir todo lo que quiero en el día, porque cuesta mucho entrar en zona de escritura. A veces es estar dos, tres horas y nada. Media página, tres oraciones, es muy difícil escribir, es muy complejo, pero me gusta por supuesto, pero eso que se hace en soledad cuando existe la posibilidad que conecte con alguien y que ese alguien te lo hace saber, eso sí me parece alucinante.
Hay algo de la literatura o de aquello que me motiva a escribir, una parte, que es intentar conectar con alguien a partir de esas obsesiones personales. Eso sí me parece atractivo.
Por qué alguien me lee no es algo que para eso esté capacitado de pensar o analizar o contemplar porque en algún punto me parece un ejercicio narcisista intolerable. Yo vengo del fondo de la olla y los pobres detestamos el ejercicio del ego constante, así que me corro desde ese lugar y digo: “No sé si alguien me lee para empezar y en el caso que eso suceda, no sé, solo sé que una de las razones por las que escribo es para intentar conectar con alguien”.