Jorge Hardmeier (Buenos Aires, Argentina, 1968) publicó los libros de cuentos “Sobrespejos”
(1998), “Animales íntimos” (2002) y “Arquitectura antigua” (2011), los libros de divulgación
“Artaud para principiantes” (1998) y “Poe para principiantes” (1999), el poemario “Juguetes
antiguos” (2015), “16 entrevistas a escritores” (2015), “Entrevista a la música argentina” (2020) y
“Perfiles Vernáculos. Diálogos” (2020), una serie de reportajes a personalidades de la cultura
argentina. Fue secretario de redacción de las revistas “El Anartista” y “Expreso Nova” y director de
la efímera revista “Bomba”. Colaboró y colabora con sus notas y entrevistas en diversos medios –
“Agencia Paco Urondo”, “Esperando a Godot”, “Lilith”, “IndieHoy”, “Revista Ruda”, “Sonámbula”,
“Tamaño oficio”, “No retornable”, etc. Arquitecto, docente, guionista y dibujante, incursionó en
la dramaturgia, fue columnista en programas de radio y realizó diversas curadurías en el Centro
Cultural Kirchner (CCK). A comienzos de 2021 fue premiado por su crónica en el marco del
concurso “La vida en tiempos de peste”, organizado por la revista “Caras y Caretas”. En 2018
Ediciones Lamás Médula publicó “Miguel Ángel Bustos, biografía de un poeta militante” (2018 –
Ediciones Lamas Médula), contando con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, Ministerio de
Cultura de la República Argentina. En 2022 se editó la segunda edición de dicho libro, actualizada y corregida. En noviembre de ese mismo año se publicó su libro “Variaciones Di Benedetto”, ensayo sobre la obra y vida del escritor mendocino.
¿Quién fue Miguel Ángel Bustos?
Tengo cierta particularidad lectora: leo mucha narrativa y ensayos pero me conmueven, especialmente, los y las poetas. A fines de la década del noventa con un grupo de gente con la cual nos juntábamos todos los viernes a charlar de literatura y filosofía armamos una revista, El Anartista. Se publicaba, claro, en formato papel. Fue en esas instancias que llegó a mis manos un libro fotocopiado de un autor que desconocía: Miguel Ángel Bustos.
Tal libro se titulaba “El Himalaya o la moral de los pájaros” y fue editado por Editorial Sudamericana en 1970. Fue el último libro publicado por Bustos en vida. Mi admiración fue inmediata y lo sigo considerando uno de los libros más importantes de la poética argentina. El resto de los libros, cinco publicados, son en mi opinión también extraordinarios pero El Himalaya es su cumbre poética. Luego Bustos se dedicó al periodismo y en 1976 fue secuestrado por los asesinos parapoliciales al servicio de la dictadura. Los libros de Miguel Ángel eran inhallables.
Desapareció su cuerpo, luego su obra. En cuanto se me presentaba la oportunidad, escribía ensayos sobre este poeta. Y comenzó un lento proceso de recuperación de su obra. El primer germen fue la antología “Despedida de los ángeles”, organizado por el poeta Alberto Szpunberg, con poemas inéditos aportados por la mujer de Bustos, la diseñadora Iris Alba (anécdota o dato: fue ella quien realizó el diseño de la tapa del libro de García Márquez: “Cien años de soledad”).
El libro antología de Bustos fue publicado por el mítico editor José Luis Mangieri en su editorial Libros de Tierra Firme. Me contacté, a partir de Mangieri, con Emiliano, su único hijo, frente a quien lo secuestraron en el departamento familiar de Parque Chacabuco cuando él contaba con cuatro años de edad. Cada tanto nos veíamos, cosa que ya no sucede. Ya se había editado “Prosa”, una recopilación que realizó Emiliano de los textos periodísticos de su padre. La erudición de Bustos resulta superlativa. Hablaba, leía y escribía en seis idiomas. Cuando lo secuestraron estaba estudiando noruego. Luego Argonauta publicó su poesía completa y en uno de los encuentros le dije a Emiliano que debía escribir la biografía de su padre. No puedo, fue su respuesta, y al otro día lo llamé y le propuse escribirla yo, idea que aceptó. Fueron seis años de investigación, muchas
entrevistas y amplia escritura. Finalmente, luego de obtener una beca del Fondo Nacional de las Artes, el libro fue editado en 2018 por Lamas Médula, de Grupo Editorial Sur.
En 2022 fue publicada, corregida, aumentada y con imágenes internas la segunda edición. En el transcurso del proceso de escritura fueron encontrados los restos de Miguel Ángel en el Cementerio de Avellaneda.
Aclaro que el hecho de haber sido un desaparecido no reivindica a su ser de poeta. Era un poeta maravilloso y su condición de víctima de la dictadura no agrega un plus a su escritura. De hecho, la poesía de Bustos, miembro del PRT, cuenta con escasísimos versos referidos a lo político partidario. Sí tenía un gran angular de visión sobre el contexto geopolítico mundial y sobre todo de Latinoamérica, de hecho era un experto en culturas precolombinas.
Miguel Ángel es un poeta imprescindible, de lectura infinita, inclasificable para los ignorantes con diploma parafraseando a Macedonio Fernández, resulta, Bustos, un universo en sí mismo. Otro dato de color: Bustos, de una sensibilidad extrema, tuvo diversas internaciones, una de ellas en el Borda, donde, por intervención de Vicente Zito Lema, se conocieron con el poeta Jacobo Fijman y Vicente en diciembre de 2022 fue quien presentó la segunda edición de la biografía que escribí sobre Bustos, tal vez una de las últimas actividades que realizó Vicente, siempre muy generoso conmigo, antes de su fallecimiento.
¿Qué fue para vos Spinetta?
Esta pregunta es complicada. Comienzo con una anécdota, cuando yo contaba con trece o catorce años, apenas concluida la dictadura ya escuchaba a Spinetta en los viejos casettes.
Yo, casi niño, afincaba en Lanús, en la misma casa que habito actualmente luego de treinta años junto a mi compañera. Spinetta iba a tocar en las Barrancas de Belgrano, en esos recitales gratuitos que se realizaban en la transición entre dictadura y democracia. El trecho era amplio. Pero hablé con mi madre y le pregunté si podía ir. No sé, me dijo, esperá que lo consulto con tu padre. Mi viejo me llamó y me dijo: andá, cuídate, si se hace tarde quedate en alguna pizzería hasta que arranquen a andar los colectivos, tomá y me dio una cierta guita. Spinetta tocó solo con su guitarra acústica y el recital habrá terminado a medianoche.
Llamé desde un locutorio a mis viejos y les dije me quedaba en una pizzería hasta tanto comenzaran a funcionar los colectivos que iban hacia el conurbano. Me pedí dos porciones de muzza y una coca, compré el diario y tipo cuatro de la mañana fui a la parada.
Aventura total. Hermoso. Luego lo fui a ver decenas de veces. Y por suerte el concierto de Las Bandas Eternas lo compartí junto a mi hijo, Luca. Algo circular. Spinetta, además de ser un músico extraordinario y un letrista de excepción, en mi particular opinión, es el artista por antonomasia, de una ética inquebrantable. Tuve dos padres, uno biológico, Héctor, que era un ser extraordinario y otro artístico, Luis Alberto Spinetta. Los dos, inclusive, eran creyentes.
Agrego otro dato: mi hija se llama Ludmila y en el disco “Madre en años luz” se incluía un tema que, justamente, se llama Ludmila, una letra basada en la admiración de Spinetta por una bailarina rusa. Desde la primera escucha de ese disco decidí que mi hija, si era que la tenía, iba a llevar ese nombre. Por suerte, llegado el momento su madre aceptó este nombre. De más está decir que mi casa está plagada de fotos de Luis, tengo su obra completa, una gigantografía que me regaló mi gran amigo Germán, una caja con recortes de entrevistas que acumulé desde los quince años y Spinetta aún vive, como mi viejo, claro que ambos no en el plano físico.
Decí lo que quieras de algunos de estos autores: Vanasco, Macedonio, Di Benedetto, María
Moreno, Diana Bellesi, Néstor Sánchez, Pablo Palacio, Manuel Scorza, Perlongher, Lemebel, Viel
Temperley , Leónidas y Osvaldo Lamborghini u otro que se te ocurra.
Vanasco me resulta un escritor excepcional y no debidamente reconocido. Era amigo de Bustos, también. Su novela “Sin embargo Juan vivía” me parece una joya, escrita en segunda persona y en tiempo futuro.
Macedonio Fernández también no es valorado como corresponde pues ciertos críticos y escritores lo colocan en un lugar de un gran orador y no como el enorme escritor que es. Esto es falaz e injusto. El trabajo de Macedonio con el lenguaje, sus búsquedas de estructuras narrativas son de una complejidad y maestría inauditas. “El Museo de la novela de la Eterna” es una novela, basada en una sucesión de prólogos, es aún un texto de vanguardia. Macedonio detestaba al realismo y en sus escritos mostraba todo el artificio de la literatura, lo cual me resulta convocante. Palacio es como el familiar ecuatoriano de Macedonio. Su libro de cuentos “Un hombre muerto a puntapiés” es literariamente exquisito.
María Moreno, ¿Qué decir? Es una literatura fundamental y también quiero nombrar dentro de las escritoras además de Bellesi a María Negroni, cuyo poemario “Islandia” es una joya y además es una ensayista interesantísima. Néstor Sánchez es una literatura, mi gato se llama así en homenaje a él. El argumento en las novelas de este escritor es mínimo, lo que interesa es la búsqueda de un lenguaje y me apasionan esas búsquedas. Scorza poetizó las luchas latinoamericanas y su pentalogía al respecto es imperdible.
Otro argentino de búsquedas radicales en su escritura me parece que es Libertella. No me interesan las escrituras basadas meramente en la historia o en la anécdota, con final cerrado a lo Osvaldo Soriano. Otro texto imperdible es “Minga!” de Jorge Di Paola. Osvaldo Lamborghini posee textos extraordinarios como “Niño proletario” pero en ciertas instancias me resulta tedioso. En fin, la literatura es cuasi infinita.
Podría continuar con la lista pero se tornaría aburrido. Pero no puedo dejar de nombrar a Ricardo
Piglia, brillante. A Fogwill, gran cuentista. La literatura argentina que se está produciendo en estos tiempos presenta obras que están construyendo algo interesante. Conozco a muchos y muchas. Ronsino, Nicolás Correa, Marcos Herrera, Selva Almada y Gabriela Borrelli están en camino, creo, de construir una obra.