Juegos a la tarde. Por Raúl Kersenbaum

Juegos a la tarde. Por Raúl Kersenbaum

El sol de las cinco alarga las sombras de los árboles sobre una calle de Hurligham.

Lucía corre a Juana que trata de escaparse viboreando alrededor de un poste hasta que finalmente la alcanza y le toca la espalda.

—¡Mancha!

Entre risas, Juana se detiene a descansar contra una pared.

—Pará…, juguemos a otra cosa…, juguemos al “En la calle veinticuatro”, ¿dale?
Lucía se para delante de Juana.

—En la ca-llevein… —comienza a cantar Lucía.

—¡Esperá, Lu, las dos juntas! —protesta Juana.

Entonces cantan las dos.

—En la ca-llevein-ti cua-tro…

Las palmas de las chicas chocan al ritmo de la canción.

—… se ha cometi-do un ase-si-na-to, una vieja matunga-to…

Las chicas se esfuerzan por no equivocarse a medida que la canción y las palmas se aceleran.

—…con la pun-ta del za-pa-to, pobre vie-ja…

Un muchacho que pasa por la vereda se contagia de las risas cuando Lucía se equivoca y sus manos quedan flotando en el aire.

—Dale, otra vez —reclama Lucía.

De nuevo se ubican frente a frente y repiten la canción mientras el muchacho se aleja sonriendo.

—En la ca-llevein-ti cua-tro, se ha cometi-do un ase-si-na-to, una vieja matunga-to, con la pun-ta…

Un Falcon irrumpe por la calle a toda velocidad y frena violentamente al lado del muchacho que duda unos instantes y se vuelve corriendo hacia donde están las chicas.

Lucía toma a Juana del brazo y la arrastra para atrás. Él pasa rápido junto a ellas, pero se paraliza cuando un segundo auto lo intercepta. Las puertas se abren y bajan dos hombres armados que lo arrastran sin que se resista. Antes de que lo metan en el coche, Lucía alcanza a cruzar una mirada con el muchacho. Una mirada de súplica.

Lucía toma a Juana de la mano y salen corriendo asustadas.

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