“Las oasis”: un taller de teatro en el Moyano

“Las oasis”: un taller de teatro en el Moyano

“Créanme, no estoy loco, traigo la verdad en esta mezcla pero me falta una pequeña esencia para completarla, la esencia que combate al miedo. La verdad no crece libre y alegre entre el cielo y la tierra. La verdad está cautiva en nuestros corazones. Precisamente por ese miedo que no nos deja actuar, que nos aterra, que nos paraliza, que nos deja con la pata enroscada en la cama. ¿Todos tenemos miedo? ¿Todos tenemos miedo de enfrentar a esos hombres que como el titiritero mueven los polines del mundo? Hay que destruirlos… necesito de la ayuda de ustedes, créanme, no estoy loco…ayúdenme…por favor”.

 Monólogo del  alquimista, de la obra  “Piolines que desatan”, escrita en el taller por una de las participantes que estaba internada en ese momento.

En busca de esa esencia, ellas transitan un espacio por donde se cuelan las verdades más íntimas y terribles, para encontrar un oasis en medio de un hospital neuropsiquiátrico; para que sus voces sean escuchadas desde una mirada sin etiquetas ni limitaciones.

El arte que cura, que se opone a la alienación del individuo para recuperar esos “dones” que, como dice Juliana (coordinadora del taller), todes tenemos. Sólo necesitamos que alguien nos facilite ese tránsito y nos tienda la mano para atravesar el puente donde se encuentra el brillo singular que nos define.

La belleza como punto de partida para resistir; un taller de teatro que apuesta a un adentro para que un afuera sea posible.

Juliana Rozadas, Terapista Ocupacional y una de las coordinadoras del taller de teatro, nos cuenta acerca de los inicios.

“Los inicios fueron en el 2007, entramos en el 2006 alrededor de 20 terapistas al Hospital Moyano y una colega, Gabriela Mambrud, fue a ver una obra de teatro con  una de las pacientes internadas. Cuando vuelven, le pregunta a Gabriela si se podrá hacer teatro en el hospital. Gabriela comienza a pensar esto y me convoca a mí, sabiendo que estaba estudiando teatro y formándome en psicodrama y, además, me gustaba.

A fines del 2007, principio del 2008 comienza a funcionar en un sum, que es un club que se llama “Bonanza”. Este club es un espacio de recreación para todos los talleres que se dictan dentro del hospital y van pacientes de todos los pabellones y servicios.

Este programa depende del Servicio de Rehabilitación del Hospital Moyano, que está integrado por terapistas ocupacionales y musicoterapeutas. Nosotros siempre trabajamos con el equipo médico: psicólogos, trabajadores sociales, psiquiatras, acompañantes terapéuticos, clínicos, con lo que haya que trabajar. Y el taller pertenece a un programa que también fue creado por nosotros, que al principio se llamaba Programa artístico de resociabilización e integración comunitaria, en donde los objetivos a largo plazo son:  la resociabilización y la integración comunitaria.

El taller estaba abierto a todas las pacientes del hospital, que tenían que ser derivadas por el equipo tratante o, si venían espontáneamente, después se iba a conversar con el equipo tratante y así se iba haciendo el seguimiento de cada paciente.

El objetivo es, a través de una actividad artística, el teatro, poder mantener las capacidades remanentes y aumentar las capacidades que están disminuidas y lograr otras, en lo posible.

En teatro trabajamos con la potencialidad de ellas, con lo sano, con lo que hay y es indispensable que les guste la actividad. Si las derivan, no tiene que ser para que estén ocupadas en algo simplemente, sino para que esta ocupación sea significativa para ellas, que haya una motivación intrínseca fuerte, porque creemos que el logro parte de ahí, de algo que te motiva, que te gusta. Tampoco puede trascender en el tiempo algo que no gusta”.

¿Quiénes coordinan el taller?

En un principio, estábamos Gabriela Mambrud y yo, Juliana Rozadas,  ambas licenciadas en Terapia Ocupacional. Luego, Gabriela se fue del taller y hace unos años se incorpora Cecilia Gasque Justo, Licenciada en Psicología.

Juliana nos cuenta de las transformaciones que se fueron dando en el taller, lo cual además de un cambio de nombre implicó una fuerte apuesta para lograr los objetivos de “resocialización e integración comunitaria”.

“A medida que fueron pasando los años, nosotras dejamos de trabajar sólo dentro del hospital, ya que para lograr la resociabilización e integración comunitaria, veíamos que no sólo era ir a dar una obra y que haya un espectador y que ese espectador se maraville o no le guste, que se integre como público solamente. Nos faltaba algo más. Teníamos que mezclarnos más, por eso comenzamos a  tener el taller fuera del hospital hace 4-5 años.

Comenzamos en el Centro Cultural Sur y ahí  el programa pasó de ser P.A.R.I.C  (Programa artístico de resocialización e integración comunitaria) a ser “Programa de teatro en Comunidad” y el grupo de teatro pasó de llamarse “Vengo a contarte algo” a “Las oasis”.

Siempre el nombre es decidido por todas y hacemos un trabajo para eso, qué les motiva para ese nombre. “Las oasis” se llama porque ellas encontraban un refugio, era su lugar de disfrute, de paz, para algunas de huida de ciertas cosas, porque era un espacio distinto al que estaban y no les agradaba. Un espacio de disfrute, un oasis en medio de adversidades”.

¿Cómo fue la convocatoria para las pacientes? ¿Tenían que estar internadas o podían ser aquellas también que estaban en prealta?

Fuimos a todos los servicios, hicimos folletos donde explicábamos de qué se trataba el programa y el taller. Podían estar internadas y de prealta.

Cuando el dispositivo funcionaba dentro del hospital tenían que ser pacientes internadas, pero cuando comenzó el dispositivo que funcionó fuera del hospital, no dejaron de estar las que estaban dentro y también las de prealta. Entonces era un caminito.

Se derivaban dentro del hospital dentro del Club Bonanza a las que estaban internadas y las que estaban en prealta se derivaban al Centro Cultural en donde trabajábamos el alta.

Dentro de este Centro Cultural, también se hacía una difusión para invitar a las personas de la Comunidad a que participaran del taller. Un taller de teatro como cualquiera. No se le decía que era del Hospital Moyano, porque uno de los objetivos era poder lograr combatir este estigma en la comunidad,  que es el miedo a la locura. Y si uno le dice que van a participar con pacientes del Hospital Moyano, seguramente, va a haber resistencia o rechazo.

 Aparecía como un taller de teatro más de la grilla del Centro Cultural y ahí después en el trabajo, en el conocimiento, iba apareciendo la vida de cada uno y de donde provenía.

Ya se conocían desde un  lugar distinto, de un lugar afín; porque la persona que va a teatro es porque le interesa y ya se avanza en un montón de pasos para lograr la integración. Están en un trabajo común, en equipo y se trabaja la empatía. Ese era nuestro objetivo integrar, a partir del trabajo conjunto y de un mismo interés que es el teatro.

 ¿Cómo se sintieron al principio? ¿Lograron los objetivos propuestos?

Al principio, nosotras tuvimos que hacernos un lugar. No había un taller de teatro en el Hospital Moyano y no estaba tan validado por el equipo médico, pero cuando comienzan a ver resultados empiezan a valorarlo y a darle un lugar más preponderante dentro del hospital.

Los objetivos se fueron ampliando. Comenzamos trabajando desde sus capacidades, desde las que tenían que desarrollar, pero cuando comenzó a aparecer el afuera, empezamos a trabajar mucho más la resocialización, la integración comunitaria, el trabajo con la comunidad, que es otro objetivo, hasta prevención primaria puedo llegar a decir. Y siempre se fueron ampliando, porque se fue extendiendo, uno se va extendiendo, va logrando cosas.

“Seguir de alta”, cuando ya lograron estar de alta es “permanecer de alta”. Y en un momento, es soltar la mano para que se hagan cosas propias como así pasó con dos de las pacientes, participantes del taller. Una de ellas por ejemplo, dejó de pertenecer a nosotras y fue profesora de un taller de teatro.

 La puesta en escena de un sueño

 “El teatro es el único lugar del mundo

y el último medio general que tenemos aún

de afectar directamente al organismo”.

 Antonin Artaud.

 ¿Qué las vincula al teatro? ¿Quiénes o qué las inspira para llevar adelante este taller?

Personalmente, no hay actores en mi familia pero sí, hay mucha sensibilidad artística. Mi mamá era pianista, participaba de los grupos de coro. Mi papá un hombre muy trabajador pero sensible a la contemplación. Eso también es una sensibilidad nata artística, poder asombrarte de las cosas ordinarias y volverlas extraordinarias. Siempre me gustó el arte como una manifestación de expresión y de realización.

Nosotros lo que vemos  en las chicas del hospital es que…crear sana, porque siempre que estás haciendo, creando,  sos co-creadora con dios o con el universo. Y creo también, que cada una de nosotras, las integrantes del taller y las personas en el mundo, tenemos dones y tenemos carismas, que están al servicio de la creación para crear.

Nadie nos puede quitar esos dones que nos fueron dados. Podemos no ejercerlos por un montón de circunstancias vividas; podemos tenerlos olvidados, aplastados, negados, pero la idea es poder levantar esa tapa y saber que están ahí. Y ayudar a que ellas levanten esa tapa y decir:”¡Mirá! ¡Mirá el don que tenés! ¡Mirá el carisma que tenés!”, es la finalidad mía como terapista, como persona, como acompañante de estas mujeres.

¿Cómo fue que se decidió hacer un corto? ¿Cuál era el objetivo y cómo lo vivieron?

Santiago Korovsky se acerca al hospital, porque estaba haciendo un trabajo dentro de su estudio que era la dirección de cine y ahí lo invitamos a que participara con nosotros del taller y comienza a mantener un vínculo con ellas. Empieza a pensar que quería hacer su tesis, su cortometraje para recibirse de su carrera, con las vivencias de los pacientes que tienen que transcurrir en el hospital, atravesadas por un dispositivo artístico, en este caso era el taller de teatro. Durante tres años estuvo acompañándonos y filmando. Se pudo ver todo el proceso real de internación a externación. Primero veíamos que alguien intruso venia a filmar y para ciertas chicas era incómodo, pero al hacer vínculo con nosotras ya dejó de ser incómodo y lo empezamos a hacer parte. Después, nos acompaña a Mar del Plata y nó sólo nos filmaba, sino que era parte integrante del grupo. Fue un proceso muy rico y positivo que trajo muchas recompensas, porque este corto llegó a un montón de lugares del mundo, fue a España, Portugal, México y tuvo premios.

Acerca del viaje a Mar del Plata, me gustaría que nos cuentes ¿cómo las convocaron y de qué manera lo vivieron?

 La red de arte y salud mental del Hospital Borda, su fundador es Alberto Saba, el cual organiza el festival en la puerta de la libertad, nos convocan a Mar del Plata. Íbamos a tener la estadía paga pero teníamos que pagar todo lo que consumíamos así que bueno…se organiza un bingo, colectas, ferias del plato porque había muchas que no tenían ingresos. El hospital aporta algo también. Viajamos, que fue una movida grande, porque cada cantidad de pacientes hay que llevar un psicólogo, médicos, enfermeros. No todos querían ir, era la primera vez que el hospital Moyano salía, no había salido nunca a presentar algo. Era un desafío para todos.

Ellas tenían miedo de ir con el Hospital Borda porque decían que eran hombres que estaban locos.  Por eso digo lo importante de poder integrarse, porque cuando van allá, comparten actividades con ellos y no sólo con los del Borda sino con un montón de hospitales y de gente que no era de hospital y de otro sexo. Esto daba miedo en un principio y después fueron vencidos, derribados y fue muy lindo ver como disfrutaban en los bailes, en las fiestas, en los encuentros que teníamos porque estuvimos 4 días.Fue muy positivo y esto trajo muchas ganas de irse de alta, creo que fue un puntapié para muchas.

 Por lo que pude ver en el documental, algunas obras como la de Mar del Plata, son escritas por participantes del taller. ¿Cómo es la selección de textos para las obras?

La escritura puede ser colectiva o de alguien en especial.

La obra de teatro “Piolines que desatan” fue escrita por una de las participantes del taller  con colaboración de algunas chicas y mía. Digo mía porque la autora de la obra, no salía del servicio. Me dijeron que había una paciente que escribía, que no salía y entonces me acerqué, me presenté. Ella primero estaba negada a escribir, a participar de un grupo de taller de teatro, de escritura. De a poquito comencé a contarle que había chicas que necesitaban una obra para ser actuada. Me dijo después que podía dar una idea. Comencé a ser apuntadora de esa idea. Después empezó a entusiasmarse; le empecé a dejar un papel, una birome y ella comenzó a apuntar.  Primero no salía de la cama, después empezó a salir de la cama y se fue al comedor; después no quería salir del comedor (risas). Y cuando apuntaba la iba ayudando, guiando.

Ella es una excelente escritora, pero al principio había que darle algunas técnicas para que surgieran esas ideas.

Cuando ya estaba por terminarla, le propusimos conocer al grupo de teatro y ahí es donde recién sale del servicio. Va al Club Bonanza y ahí conoce a todas, se comienza a incluir y cuando ve su obra que se está poniendo en escena, le encanta pero ¡le faltaba escribir el final!

Fue muy difícil para ella terminar el final, porque tenía que ver con una parte de su vida.

Con ayuda, logra escribir el final. Y después se compromete tanto que, justo cuando se estaba ensayando la obra, una de las pacientes se va de alta, no puede seguir y ella dice:”No, ¡ahora quiero que esta obra siga en pie!”. Así que, toma el rol del alquimista, que era el rol del monólogo, que era el que quedaba vacante y comienza a actuar ella. Aparte de ser escritora, empieza a actuar. Y ahí es donde empieza a salir, porque quería presentar su obra.

Esto es lo que la motiva a salir de alta, esta fuerza y objetivos que nadie le podía sacar, que era y es una escritora nata. Tuvimos que ayudar a que se organice en esto pero…es muy rico todo lo que ella aportó. Creo que fue una de las obras cúlmines que tuvo el programa.

No con todos es el mismo proceso, cada persona es única e irrepetible, aunque tengan el mismo diagnóstico.También hemos hecho obras de autor y las hemos adaptado, que es otro tipo de trabajo porque ya hay que salir de ellas, porque ellas ya no están contando algo propio y está bueno dentro de un trabajo terapéutico salir de ellas y apropiarse de lo que quiere decir otro distinto a ellas, que es fundamental también para avanzar en el tratamiento de alta, no siempre que sea autorreferencial. Hay libertad en los textos que se eligen, para que cuando improvisen sea desde lo que les surja de la vida misma y cada una tiene una vida muy rica.

¿Cuál fue la primer obra que hicieron y dónde?

La primer obra que hicimos se llamó “Mansión Henry”. Al principio, fue solamente con pacientes del hospital, porque antes sólo presentábamos dentro del hospital e invitábamos a la comunidad a que venga, pero después también la llevamos a la Universidad de Quilmes y a un geriátrico.

Pasamos por varios lugares, geriátricos, universidades, el Centro Cultural San Martín, centros culturales varios, Parque Patricios, en la Unidad Penitenciaria que funcionaba dentro del hospital Moyano de mujeres, a diferentes servicios del hospital, a otros hospitales como el Tobar.

Actualmente, el tema de la pandemia ha traído muchos cambios. ¿Qué cambios se generaron con respecto al taller?

Actualmente con la pandemia no está funcionando el taller, porque todo lo que es grupal y más con ellas que están la mayoría externadas, no se puede llevar a cabo. Mantenemos contacto vía telefónica; a las que están internadas las vamos a ver, pero sinó es vía telefónica. Alguna ha venido a visitar, pero ahora está todo paralizado y la verdad es que se extraña.

 Crear para nacer

 Dos veces nace toda persona, nos dice Harab Elimelj Bar Shaúl, una, contra su voluntad; la otra ejerciendo su libertad.Una, por manos ajenas; la otra, por decisión propia.

Una, acompañada por dolores de parto; la otra, bendecida por dolores de creatividad.

Una, es un hecho único; la otra, se prolonga todos los días de la vida.

Una, es un acontecimiento de la naturaleza; la otra, un nacimiento espiritual.

El primer nacimiento es la salida del cuerpo materno hacia el mundo exterior.

El segundo nacimiento es el ingreso de la propia esencia.

Juliana nos cuenta de los proyectos que, por la pandemia, quedaron sin realizarse y también de la dificultad que encontraron en continuar en los centros culturales; de la vuelta al hospital Moyano, un movimiento que generó contradicciones pero que, finalmente, es una nueva apuesta, un nuevo espejo donde mirarse para regresar desde otro lugar.

“Justo nos agarró la pandemia, pero estamos en la creación de una nueva obra para poder presentarla en diferentes lugares.

Tenemos muchos proyectos, pero más que nada seguir avanzando con la producción de obras. Tuvimos que volver de los centros culturales al hospital porque no estaban todos los papeles y requisitos. Volver fue un tema… porque muchas de ellas ya habían salido de alta y tener que volver dentro del hospital…no querían. Pero volver desde otro lugar, saber que volvían sin estar internadas sino para participar del taller y desde otra mirada, también fue parte del  tratamiento y para seguir trabajando la sanación interior. Mirar al hospital desde otro lugar. Yo también estaba reticente cuando teníamos que volver, porque no teníamos un centro cultural, pero después me dí cuenta que toda adversidad trae un trabajo a conquistar. Y era esto, volver desde otra mirada, “puedo entrar y salir y estoy sana”; “estoy afuera”. Y no significa volver al hospital, quedarse. Para ellas volver siempre era estar internadas y no, volvían para un taller. Sé que lo mejor no es eso, porque una vez que salís afuera la idea es seguir afuera, pero creo que en muchas se consolidó su bienestar. Es decir ésto de “puedo entrar y salir, me moviliza pero no me afecta de una manera que me descompense, que me altere”.

 ¿Cuáles son sus sueños y los sueños de las participantes del taller?

Si les preguntás a las que están internas, los sueños de ellas son salir de alta. Muchas realizarse como actrices y vivir de eso. Otras sueñan con seguir teniéndolo como un espacio de oasis, en donde sepan que es su lugar de expresión, de disfrute. Mi sueño es mi recorrido, esto que voy recorriendo día a día. Trato de ponerme un objetivo junto con ellas, escribir, presentar, producir; pero mi sueño no deja de ser mí día a día y mi vivencia diaria, que me trasciende, disfrutar del momento. Además estoy haciendo lo que me gusta, lo que quiero. Disfruto el momento y sé que voy escalonando con ellas los objetivos que nos planteamos y si se nos trunca, hay que ser flexibles, para que nada nos tire, nos venza, nos rompa. Sí, cuanto más flexibles más resistentes. Yo trabajo mucho este concepto de flexibilidad con ellas.

¿Qué significa para ustedes la “resistencia”?

 Mi idea de resistencia es hacer algo bello y que eso contagie al resto.

El que planta una flor todos van a querer ir a olerla, disfrutar; el que hace una torta, todos van a querer ir a comerla. Hacer algo bello y que eso contagie al resto, esa es mi idea de resistencia. Ser alguien que contagie de luz, de creatividad, de amor en el círculo que estoy y que eso se vaya expandiendo, como cuando uno tira la piedrita en el agua. Yo defiendo que ellas se respeten, que nos respetemos, que nos aceptemos, que podamos ser autónomas. Trabajamos mucho la independencia. Que se percaten de cada cosa que viven, que sienten, que experimentan. Que tengan capacidad de asombro, que sean flexibles, cuanto más flexibles más resistentes. Que sean creativas, la creatividad es la que las hace únicas. Yo trabajo con esto que cada una tiene dones para dar, para cultivar y para enseñar. Y todos tenemos que aprender.

Desde ese lado voy con la resistencia. Que se desplieguen, que uno se despliegue, ser dadora de luz, de vida. Sé que hay muchas desigualdades, mucha inequidad, sé donde vivimos y tenemos que luchar contra esto, claro que sí.  Pero pongo más atención en lo que no te pueden sacar, en esto de que cada una tiene, en construir, en unirnos, en fortalecernos, en ser redes.

Trabajamos mucho el tema de las redes, necesitamos ser redes para que si hay una que se rompe, la otra sostiene. La red siempre está de algún punto, tensa, agarrada, sosteniendo. La resistencia desde este lugar, de sostenernos, de trabajar lo que tenemos innatamente, lo que nos dio el universo y Dios, yo creo en Dios. Tenemos un cuerpo, una psiquis y un espíritu, poder mantenernos alineados es estar sanos. Uno puede no curarse pero estar sano. La sanidad viene desde otro lugar, desde esta alineación que necesitamos con el cuerpo y espíritu.

Ellas conocen lo que es no estar sanas. Entonces…cuando logran sentir, con esta capacidad de creatividad que le da esta adrenalina, esto de sentirse que crean con el otro, al sentirse vivas, se resiste a la adversidad.

Vicente Zito Lema dice que “el destino del arte es nombrar con belleza, lo que vivirá mañana sin olvidos” y un modo de resistir es seguir apostando a la belleza y a la ternura; a estos actos de creación que se aferran a la vida y resisten a la muerte; porque hay muchas formas de morir y también de vivir.

Ellas eligen vivir en aquello que las define más allá de la locura, con su singularidad y un espejo nuevo que las nomina con varias posibilidades y con felicidad también, porque hay una afuera  que se vuelve menos amenazador cuando hay un otro que nos mira y nos aloja.

El mundo alberga infinidad de realidades. Nosotres creemos vivir en la “única” que existe y pretendemos imponerla y que todes acaten sus normas y si se corren de ahí, son castigados de muchas formas, una de ellas y de las más dolorosas, es la indiferencia.

La locura vive en los márgenes de la realidad que parece definirnos, y se encuentra al borde de nuestros miedos. Es imprescindible poder acercarnos y echar veinte centavos en la ranura, como decía la hermosa Marisa Wagner, para ver “un pedazo de realidad, que casi seguro, usted teme y desconoce,/ y porque desconoce, teme./ De salvoconducto,/ le vamos a pedir -es cierto-/un cigarrillo,/ una moneda, para comprar yerba y azúcar./ Pero, vaya sabiendo/ a veces, pedir es una excusa./ Queremos ser mirados/ oídos/ saludados/ Pero si el susto no lo paraliza, todavía,/ digo por verse tan rodeado,/ dé otro paso/ le falta lo mejor, le aseguramos./ ¡Ah!/ Si por esas cosas de la vida,/ le anda haciendo falta/ un poco de ternura/ (que es escasa afuera, lo sabemos)/ Eche veinte centavos en la ranura”.

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Documental de Santiago Korovsky

“Salir a a escena” de Santiago Korovsky

Fuente: https://noticiasancap.org/

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