Qomi Qompi: los hijos de los Tobas están cantando felices

Qomi Qompi: los hijos de los Tobas están cantando felices

“Muchas veces hablaron de nosotros, sin nosotros.

Los aborígenes debemos aprender nuestra cultura

para poder transmitirla, juntar lo propio

para desparramarlo y que lo conozcan todos”

 Aimé Painé

La música acuna los recuerdos, teje la memoria de los pueblos y resiste a los intentos, siempre fallidos, de colonizar la voz. De este modo, el arte se constituye como una manera de resistir y de fomentar la cultura para transmitirla de generación en generación.

La lengua que nos nombra, la que nos antecede y nos marca; que habla de historias y de luchas, de la tierra y sus raíces.

La lengua que se ha intentado ridiculizar, sepultar, adaptar, sobrevive y canta fuerte en el taller de canciones “Qomi Qompi”, en la comunidad Qom Daviaxaiqui de Presidente Derqui (Partido de Pilar) donde Ana, miembro de la comunidad y Clara (musicoterapeuta) en el año 2013 comenzaron a convocar a les niñes del barrio para rescatar la cultura qom, transmitiendo su lengua natal a partir de diferentes cantos, que les conecten con la cosmovisión de su pueblo.

Acerca de su historia y los comienzos, Ana nos cuenta.

“Me llamo Ana Medrano en qom “Vitaqté“ que significa “partera”. 

Nací en el “Impenetrable”, porque mi padre vivía en el Monte en el Impenetrable. Todos nacimos en casa, somos 12. En el Chaco, ahí nací.

Hace 24 años que vivimos acá, tengo 10 hijos y 10 nietos. Tengo una hija que vive en otra comunidad en Marcos Paz y bueno acá están mis otros hijos.

Acá vivimos todos juntos con mi familia. Tengo el coro Qomi Qompi que lo encabezo yo y mis hijos, trabajo con mis hijos para que no pierdan su cultura, para que ellos sigan su cultura y no pierdan sus raíces, es lo que siempre les digo.

Acá en la comunidad hay 42 familias pero muchas familias que ya vivían antes y bueno…nos juntamos, nos encontramos y después encontramos este terreno y ahí podemos trabajar juntos. Yo hago telar, cestería; mi marido hace artesanías. Con eso vivimos y queremos seguir adelante con mi familia.

Ahora también estoy haciendo el merendero. Siempre a pulmón. Cuando consigo algo hago para los chicos. Acá tengo 100 chicos que les estoy dando la merienda”.

 ¿Cómo empezó el taller de canciones? ¿Cómo se conocieron con Clara para hacerlo?

 “Cuando me encontré con Clara, la conocí porque Clara venía buscando información y después hablé con ella y la presenté, porque yo ya estaba haciendo taller de lengua Qom. Traduzco lengua Qom también.

 A mí me gusta ese trabajo, seguir con mi cultura. Mi abuelito me decía:”no tiene que salir de su cultura, porque es su cultura”. Mi abuelo, mi abuela me enseñaba y me decían:”si te vas lejos, no dejes tu cultura”. Esa es la enseñanza, por eso seguimos”.

 Clara también nos cuenta acerca de los primeros encuentros.

 “Yo conocí a la comunidad en el año 2011, porque entrevisté a un médico natural de la comunidad Piovonac Chamán en Qom al señor Germán Romero. Entonces, empecé a ir al barrio para entrevistarlo para mi tesis de graduación. Y bueno…de tanto ir me hice amiga de las mujeres. Un día estábamos hablando con Ana y ella me contó que estaba preocupada porque los chicos estaban perdiendo la lengua y que ella quería ver si hacíamos algún taller o algo en función a eso; que podíamos hacer un taller de canciones y yo le dije que sí, porque era lo que más podía, lo que más iba con lo mío.

En mayo del 2013 hicimos nuestro primer taller.

Empezamos a juntarnos todos los jueves en la Biblioteca del Centro Integral Comunitario del barrio y así empezamos a hacer un trabajo en equipo con Ana; yo la grababa a ella cantando la canción. Llevaba la compu, ahí los chicos lo veían y después ella cantaba la canción. Esto parece medio ridículo pero es como que eso atraía mucho a que vengan los chicos, porque Ana es una persona muy familiar para ellos, está siempre haciendo cosas, entonces era como un enganche. Por un lado yo, que era muy novedosa en el barrio en ese momento, y la compu y estas cosas que llevaba para grabarlos a ellos cantando, que se escuchen en las voces, que se identifiquen. Entonces empezamos así como medio intuitivamente, juntándonos los jueves en la biblioteca, empezábamos a cantar y se iban sumando los chicos.

No hubo una manera de difundirlo específica en el barrio. En el barrio corre la voz rápidamente de lo que está pasando y como esto se trataba justamente de cantar, se escuchaba. Entonces se acercaban, espiaban por la ventana, entraban.

El taller fue abierto a toda la comunidad, podía venir quien quería en cualquier momento; podían entrar, salir. Eso siempre fue bastante flexible”.

 Clara nos cuenta de qué manera se trabaja en el taller y que instrumentos utilizan

“Los típicos instrumentos Qom es el “nvique”, que es un violín de lata de una sola cuerda. Tanto la cuerda como el arco se hacen del crin, de la cola de caballo. Ese es el instrumento tradicional. También hay palos sonajeros, que son unos palos que se golpean contra el piso; se usan mucho las maracas, los palos de lluvia”.

Ana nos cuenta que, cuando empezaron, no tenían nada, ella les enseñaba y hacían algunos instrumentos con semillas “inventábamos todo naturalmente, lo que podía hacer ruidito; una tapita o una maderita. Fabricamos tambor con un plástico y una botella. Algún Palo de lluvia con una madera. Yo toco un sonajero de mate o nada”.

 La inspiración, el interés y la necesidad las llevaron a unirse para ir construyendo este espacio que es una apuesta y un movimiento para visibilizar la cultura Qom, que lejos de extinguirse está más viva que nunca.

Ana estaba preocupada porque la mayoría de los chicos de la comunidad no hablaban el Qom, su lengua natal “mi pensamiento para los chicos de acá era enseñarles nomás, para que ellos no pierdan su lengua.

No son muchos los que nacieron del Chaco, y no hablan mucho. Somos 3 o 4 familias que hablamos idioma, así que siempre hicimos la comunidad, porque ya se fueron algunos ancianos que estaban acá, pero quedamos nosotros”.

Clara se fue acercando a la comunidad desde un lugar distinto, pero siempre reivindicando la lucha de los pueblos originarios.

“Mi inclinación o mi interés hacia las comunidades indígenas empezó cuando quise investigar en la tesis, cómo es que  los médicos naturales de las comunidades indígenas ya usaban lo sonoro y lo musical para curar. Entonces, a mí siempre me pareció que ahí había una base muy sólida, de los antecedentes de la Musicoterapia que merecía ser reconocida.

Desde chica estudiando música siempre me enseñaban la historia de la música occidental, y yo siempre me preguntaba pero qué pasaba acá en este territorio, con la música que había acá. Entonces para mí, todo lo que tenga que ver con los pueblos indígenas, tiene que ver también con nuestra sangre, con nuestra identidad, si bien no todos sepamos fehacientemente que tenemos en nuestro árbol genealógico algún integrante indígena, es muy posible que así sea. Entonces, para mi conectar con la música de los pueblos indígenas, de alguna manera es por un lado, desde lo terapeútico, tener una lógica con el uso de la música. Hay muchos puntos de encuentro con la musicoterapia, porque las comunidades indígenas ya usaron la música para curar. Entonces, de algún modo, es como esto ir a los orígenes y sobre todo con cosas que pasaron y que pasan en nuestro territorio.

Y por otro lado, todo lo que tiene que ver con nuestra identidad como territorio y conocer acerca de la música que estuvo en estos territorios desde siempre.

Particularmente con el taller, era una manera de trabajar esto de la identidad dentro de la misma comunidad, con los recursos de la musicoterapia comunitaria y tener la posibilidad de aprender un montón de cosas en relación a la cosmovisión de los pueblos indígenas”.

Por lo que pude leer y escuchar, algunas canciones son transmitidas de generación en generación y otras, las compone Ana. ¿Cómo es este proceso? ¿Qué saberes se transmiten allí?

 “Lo que usamos para aprender las canciones por un lado fue, el disco del Coro Toba Chelaalapí, las canciones que ellos compusieron. Este coro fue declarado de interés cultural, está en Resistencia Chaco, tiene  casi 60 años y ellos componen muchas canciones y también interpretan canciones que son del folklore, del bagaje cultural Qom. Nosotros tomamos esas canciones para el taller y a su vez, Ana compuso “Qomi Qompi” “Doo´naxatagui na ñacpiole” que significa “están cantando los chicos porque están contentos”. Esas eran canciones que ella ya tenía como hechas y las trajo al taller y fuimos agregándole partes mientras ella les contaba a los chicos qué significaba cada cosa y se fue trabajando de esa manera.

Los saberes que se transmiten en el taller, por un lado es la lengua y todo lo que cada canción significa, que tiene que ver con las costumbres y la cosmovisión y la cultura del pueblo qom. Con las distintas estaciones del año, cuando se cae la flor del lapacho sobre el río, entonces ya saben que es la época de la pesca del dorado. Esa es la “canción del lapacho” por ejemplo.

La canción de “Alolé Nachoxoretac” que significa “la mujer está triste”, cuenta que hay una mujer que está triste porque está lejos de su familia. Y con estas canciones, surge que los chicos preguntan, entonces van aprendiendo que hubo movilización de territorios, de su pueblo, que tuvieron que irse a distintos lugares. Surge la pregunta por qué ellos nacieron acá, por qué no nacieron en Chaco, de dónde vienen, cómo es ese paisaje, qué comen, qué cultivan, qué cosechan. Entonces a partir de la lengua y de las canciones, del contenido de las palabras de esas canciones también se aprende mucho sobre la cultura, las costumbres y la cosmovisión”.

 Ana cuenta acerca de este proceso, el cual fue según dice: “un poquito difícil porque ellos hablan en castellano no en Toba, pero aprendieron a cantar”.

 Qomi Qompi, el disco.

“Nosotros simplemente estamos juntando con el alma

y casi desesperada los aspectos de la cultura de nuestro pueblo. 

A través de la palabra les devuelvo retazos de la memoria,

eso que siempre nos han querido borrar “

Aimé Painé

 Luego de varios años de trabajo, de fortalecerse como grupo en el barrio, Ana propone llevar ese canto más allá, para que otres puedan conocer y escuchar su cultura, su modo de mirar, de sentir y pensar el mundo, la cosmovisión qom.

Clara nos cuenta acerca de este proceso.

“Eso también lo propuso Ana. Terminábamos el taller del año 2016 y ella me dijo que siempre va mucha gente al barrio a hacer cosas para la facultad, a conocerlos, a comprar artesanías, que ella le contaba que estábamos haciendo un taller de canciones, pero nunca tenía nada para darles que diera cuenta de eso. Es distinto poder vender una artesanía o mostrar máscaras, porque estaban haciendo un taller de máscaras.

Entonces me dijo que estaría bueno tener un disco para darles. Así que…yo soy amiga de Diego Perez que es músico y productor musical de Tonolec. Me dijo “contá conmigo”. Trabajó, hizo toda la producción, tocó, hizo todos los arreglos. Contamos con un subsidio del INAMU (Instituto Nacional de la Música) y así empezamos.

Después también se sumó al proyecto Ana Iarias como directora artística junto con Diego.

Montamos un estudio en el barrio. El que se encargó de toda la parte técnica fue Marcelo Fuentes, que es un genio también. Hicimos una sesión ahí de voces; cantó Ana, cantó Jorge Máximo, cantaron las chicas, los chicos. Luego hicimos una sesión de cuerdas en un estudio, que se llama NN que está en San Isidro, que también nos prestaron el estudio que es de la Fundación Besares y ahí se grabaron las cuerdas, el nvique y también participó Ana y Jorge. Hicimos también otra jornada de percusión, el percusionista fue Agustín Lumerman”.

 Ana también nos cuenta sobre el nombre del disco, su significado y cómo vivió ese proceso.

“El nombre del disco lo eligieron ellos mismos, los chicos, porque son “Hijos de los tobas, de los Qom”. El significado es “Somos hijos de los tobas”.

La experiencia fue muy linda, porque bueno ni pensaba que podíamos grabar un disco. La acompaño mucho a Clarita a hacer todo el movimiento.

Fue muy lindo, porque yo aprendí de mi abuelo cuando cantaba, pero no en todo momento. Hay tiempo que se hacen las músicas, que canta mi abuelo cuando viene mal tiempo, o viene el verano, o viene el día lindo de los árboles, de los Añapas, y cantan todos, tienen esos días, meses, que pueden hacer música.

Yo aprendí escuchando a mi abuelo”.

El disco que es muy hermoso y artesanal, está producido por muchas personas, trae un librito donde explica el proceso y también las letras en Qom y castellano, con sus respectivos dibujos realizados por los chicos del taller. Cada canción habla de sentimientos, pero sobre todo de la naturaleza y de todo lo que ella nos quiere decir.

Muchas de las canciones fueron compuestas por Ana y otras, como ella misma nos cuenta, se las cantaba su abuela y abuelo, su familia del Chaco a la cual extraña mucho.

“Extraño todo, mi papá vive todavía, mi mamá. La comida del Chaco, lo que comíamos.

Lo extraño mucho pero ahora tengo mi familia acá, y es muy difícil volver. Yo cada tanto voy”.

La música rescatando los orígenes, acunando el vacío que dejan estos movimientos migratorios, reparando, sanando para que también les hijes de les hijes sigan con las costumbres, los valores, la lengua.

Lo que parece perdido por la falta de práctica en la casa, como es hablar en Qom, lleva una musicalidad en la memoria, que permanece impresa de manera inconciente y se reactiva al ofrecerse un lugar.

Clara destaca esta memoria musical en los chicos, estas marcas que también aparecieron en el taller ante su sorpresa.

“Me sorprendió que los chicos de entrada todos decían que no sabían hablar en Qom, que no sabían palabras, que no sabían nada y de pronto cuando empezamos a trabajar con las canciones, se empezaban a acordar; que la abuela les había cantado esa canción, que cuando van al Chaco la tía les canta esa canción.

Porque esta es una comunidad que está acá, implantada como se dice desde la psicología comunitaria, pero tienen la costumbre de ir una vez por año a Chaco.

Entonces eso me sorprendía mucho, que los chicos a medida que escuchaban las canciones se iban acordando, no sólo de las palabras sino en qué momento se las habían contado y/o cantado”.

 El Merendero

Ana es una mujer reconocida en su comunidad por su forma de estar, de defender su cultura  a través de su música, del taller y también de la ayuda y el cuidado que le brinda a les otres.

En un primer momento comenzó desde su casa, ofreciendo alguna merienda y, a partir de la llegada de Clara, construye junto a ella, un merendero con atención pediátrica que funciona 3 veces por semana y que cuenta con la ayuda de otras organizaciones para sostenerse.

Ana refiere sobre los inicios.

“Empecé en el 2012 pero de a poquito, cuando nos donan algo, como estoy haciendo ahora, mis amigos, contactos, cuando me traen algo hago. Ahora estoy haciendo la merienda a la tarde.

Trabajamos somos 8 mujeres y 2 hombres. Son del mismo grupo que Qomi Qompi. Pero al principio, cuando no estaba ese lugar, yo hacía desde mi casa, a los que venía les daba.

Clarita me ayudó mucho, ella me alentaba, me ayudaba. Y bueno, seguimos.

Ahora, estamos haciendo una sola vez la comida, la merienda cuatro veces por semana, porque no tenemos utensillos, cucharas, platos, vasos. Lo que más necesitamos es vasos, todas esas cosas de cocina.

Eran 50 chicos al principio y ahora son 120, viene gente de otros barrios, igual le doy.

Estoy muy contenta de poder estar haciendo algo para los otros también y eso es lo que siempre sueño, seguir adelante”.

 Muchas dificultades se suman en este momento de aislamiento preventivo.

Clara nos cuenta que los talleres no están funcionando en este momento y que la comunidad no está pudiendo trabajar, al ser en su gran mayoría, artesanos.

 “Los talleres no están funcionando en este momento, no estamos haciendo nada vía online. Ellos tienen conectividad pero no tienen computadoras. Hacer un taller por zoom, realmente no es viable. Lo que estamos haciendo es sostener el merendero, que está funcionando 3 veces por semana, con donaciones de Desarrollo Social que es algo que conseguí la semana pasada y con distintas acciones, por ejemplo la rifa; también hicimos un festival de música.

En este momento de aislamiento, sobre todo ellos están bastantes complicados, en el sentido que viven de vender las artesanías y entonces no pueden salir a vender.

Junto a la Fundación Voces estamos sosteniendo el merendero y hay una persona con auto que colabora y  lleva las artesanías a quienes les compran. Era una manera de acercar las cosas a capital y a lugares que ellos no pueden.

Están pasando un momento difícil, porque no pueden salir a vender sus artesanías”.

 ¿Tienen conexión con otras organizaciones?

 “Sí, en todo este tiempo nos ayudaron La fundación Pilares, La Fundación Besares, La organización Paz a favor y ahora estamos junto a la Fundación Voces sosteniendo juntos el Merendero.

 Y también para la presentación del disco, nos ayudó muchísimo una organización que es mitad de acá y mitad de EEUU “Músicos Unidos del Mundo”.

Acerca de la colaboración que necesitan para el merendero, Ana nos cuenta: “Se necesita de todo lo que puedan donar, mercadería, leche que se necesita mucho porque hay muchos chicos chiquitos. Acá se necesita mucha ayuda para la gente, porque acá nadie tiene un trabajo fijo, acá son todos artesanos y ahora como estamos en esta pandemia es como que uno no puede salir a vender y bueno…nadie sale y se necesita mucha ayuda. Eso es lo que estamos necesitando ahora en este tiempo”.

Cantos de libertad

 “La verdad de los pueblos latinoamericanos no está en su presente de opresión,

sino en su mañana de libertad;

la verdad de las mayorías populares no hay que encontrarla

sino que hay que hacerla.»

 Martín Baró

 La importancia de la música que puede sanar y tiene un lugar fundamental en las culturas de los pueblos originarios.

Un abordaje comunitario desde la Musicoterapia reconoce que “el saber está en la comunidad” y valida ese saber, facilitando y acompañando el proceso.

Así lo explica Clara.

“Lo que da cuenta de que fue un trabajo comunitario es que la propuesta haya salido de Ana; que es una propuesta que sale de la comunidad, consensuada de algún modo porque generó repercusión.

Había días que no entrábamos en la biblioteca porque había muchos chicos, venían las mamás también. Entonces, evidentemente, esta demanda por parte de la comunidad que yo tomo, da cuenta de un trabajo comunitario.

Y por otro lado también, el hecho de que la persona que sepa y quien traiga los conocimientos fuese alguien de la comunidad. Eso también era algo importante, eso también es un trabajo desde lo comunitario que “el saber está en la comunidad”, “el saber acerca de la necesidad está en la comunidad”, “el saber acerca de los contenidos que se transmiten o de lo que sea está en la comunidad”. O sea, uno desde este abordaje acompaña los procesos y todo lo que va surgiendo en ese devenir. También instaura un encuadre, un espacio para que se trabaje y para contener todo lo que pueda emerger ahí”.

 Ana sueña “canta palabras. Canta y se torna en luz” como dice una canción de Spinetta y nos cuenta.

  “Con el taller voy a seguir enseñando a los chicos. Ahora hay mamás que me están preguntando también, porque casi todas las mamás de acá no hablan mucho en Toba, hablan mucho en castellano.

El sueño mío es seguir adelante, hacer más canciones. Si podemos también hacer otro disco; más libros para que puedan quedar en la biblioteca. Seguir con este proyecto, mostrando mi cultura para que la gente conozca y valorice a nuestra cultura.

Que mis hijos también sigan adelante, que conozcan sobre su cultura, que investiguen; que conozcan las costumbres. Acá en mi casa tengo una planta de algarrobo, voy trayendo algunas plantas. Muy contenta para seguir adelante el proyecto”.

 Y Clara suma nuevos sueños para el taller y la comunidad.

 “Me gustaría que el grupo musical del principio, el que conformamos para presentar el disco, pueda seguir tocando; que “Qomi Qompi” sea una banda, que tengamos fechas, que salgan a tocar; que eso les genere un ingreso y mejore la calidad de vida de quienes lo integran, eso me encantaría. De hecho teníamos invitaciones.

El único grupo oficial indígena es este que te conté, El Coro Toba Chelaalapí. Entonces que se conforme otra banda, que salga a tocar, es algo que genera demanda.

A mí me gustaría en principio eso.

Quisiera seguir haciendo talleres de música en el barrio. No sé si todo taller de canciones, pero que esté ese espacio que se pueda sostener, desde la mirada de la Musicoterapia.

Y también, que el merendero pueda volver a funcionar todos los días. Por eso armé “Proyecto Raíz” que es una asociación civil que yo dirijo, que estamos terminando de conformar legalmente, para conseguir subsidios y ayuda que sostengan este proyecto con continuidad”.

 Mujeres que cantan para rescatar las voces que resisten a los avasallamientos subjetivos más atroces; que hablan de la tierra de las abuelas y abuelos; de los lapachos y sus flores; del Ñangapirí que atrae al zorzal por su fruta sabrosa.

La abuela Zunilda Mendez Del Coro Toba Chelaalapí decía algo muy bello: “Si uno va muy rápido, se le puede salir el alma y pierde su luz”.

En Qomi Qompi siguen cantando para acunar a les niñes que sueñan, para que no se pierda la luz ancestral del Impenetrable que alumbra el camino de todes los que resisten y de los que vendrán.

Para contactarles

Facebook: https://www.facebook.com/QomiQompi

https://www.facebook.com/Merendero-Qomi-Qompi-106841234423382
https://www.facebook.com/asociacioncivil.proyectoraiz

 Instagram: @qomiqompi

                @proyecto raiz

Fuente: https://noticiasancap.org/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *