Alguien dijo que la poesía es utilitaria. Que está al servicio. Un proceso del método científico. El poeta observa, como lo hacía Nicanor. Advertidor del derrumbe. Quizás los enemigos de José, cuando pusieron a Martín bajo el sol, vaya por los explotadores sin un “rial”, enflaquecidos. El uso de la poesía, con el plus de la belleza viene. Acaso, los poemas del señor, fragmentos ancestrales, retazos de tu historia y la mía. No se anda cavando la zanja, tambalea el sombrero del hombre. Ahora les toca a ellas. Ahora se agrega a la que pare. El rojo punzó, el matadero, la eterna centralización de Buenos Aires y la rebeldía de los ponchos, la ceja norteña al sur, el puerto pedacito de su alma. La esperanza de un cielo para todos. La opresión de la mujer, la pluma de Alfonsina. Acaso la locura más real, vedada a los psicólogos. No comprenden todavía (Dios te salve Alejandra, nunca del seconal) Si no va a tener su experimentación y si no se arrojará al mundo, no será nada. Denuncia pasión y amores, pero también luchas internas. Despotismo y desarraigo, diría en sus versos Benedetti. Por qué no, enamorarse. Se guarda el pago, su gente y su dolor, voz de Athahualpa, injusticia, mi querido Tuñón. El pueblo que habla bajito, que de tanto susurrar, termina en el mapa sin el punto. Omitido del archivo del senador. Nacida poeta, más triste que el niño de la ESMA con su cuna. Parir poesía trae consigo criarla hasta el final. Versos de amor, furia y empeño, terquedad de una noche que no me deja dormir. Creer que la libertad es la que conocemos. El mundo es tan horrible. ¿Qué hubiéramos hecho sin ella? Aun así se padece, se insiste, se resiste. Se apremia el pájaro negro que levanta mi párpado. El mitín del aplastado y pura lata. Quién debe cuidarme del verso azul, atraviesa el verso rojo que sucumbe. Como la vez que la esclavitud abrió los ojos y el resto ladino no tuvo más que cerrar el quetejedi. Fueron sus ojos, sólo los de ellos, abiertos hacia el toldo de luceros, la flor de los dedos mordidos de espera, el vaso de vino sin la cruz. Caí otra vez de las palabras, del que conversa todo el tiempo. No existe preposición que nos ate. No hay descuido, no hay luna cuando se fallece al alba. Irse de una vez llevando la boca llena. Violeta de tragarme la palabra negra. El blanco de tu ojo pidiendo socorro. A esta altura, decir amar es rama.