Y tiró una maldición sobre los pueblos que habitan esta Tierra, y predijo con ira todos los males. Su furia incontenible regó de sangre los mares y nadie tuvo voz con los ojos cerrados. Los muros, las fronteras son de cuerpos apilados, mutilados. Ríos de vanidades… El cielo una y otra vez se viste de negro y los volcanes (por orden del mismo dios) derrama balas, misiles y granadas. Nadie hizo silencio. Nadie pudo. Ni los que gritaron de dolor ni los que alzaron el clamor de la victoria. Todos pisoteados, unos sobre otros. A ver quién más poderoso. A ver quién más cruel. Conocedores de sus verdades mentirosas Los que hacen las guerras florecen como matas. Y nadie las quita de cuajo. Nadie se atreve… Pájaros de metal, flores de acero. No quedan sonrisas. No vuela la calma. La paz, ¿alguna vez tuvo vida propia? Podría jurar que el Dios de la Guerra en su ataque de gula se la tragó para siempre…