Una pequeña mirada al odio como discurso social y político. Por Salvador Percastre

Una pequeña mirada al odio como discurso social y político. Por Salvador Percastre

El discurso de odio se refiere a “cualquier forma de comunicación de palabra, por escrito o a través del comportamiento, que sea un ataque o utilice lenguaje peyorativo o discriminatorio en relación con una persona o un grupo […], en razón de su religión, origen étnico, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otro factor de identidad” (UNESCO, 2022).

Estos discursos que pueden difundirse de forma oral, escrita o audiovisual, están asentados en prejuicios de índole subjetiva e implican una propensión, incitación y justificación de la violencia y de crímenes perpetrados hacia personas que pertenecen a grupos históricamente vulnerables. Sus mensajes pueden designar culpables a fenómenos complejos, crear estereotipos, estigmatizar personas y utilizan un lenguaje despectivo (UNESCO, 2022).


El discurso del odio es identificado por las Naciones Unidas como una amenaza para los valores democráticos, la estabilidad social y la paz, por lo que debe ser abordado y enfrentado con el propósito de prevenir conflictos armados, crímenes atroces y el terrorismo, poner fin a la violencia contra las mujeres y otras violaciones de los derechos humanos, así como promover sociedades pacíficas, inclusivas y justas (ONU-DH, 2020).


Basta recordar dos de los fenómenos más atroces en los últimos 100 años, donde el discurso de odio fue uno de los elementos principales en la cimentación y ejecución de crímenes de lesa humanidad: el exterminio en la Alemania nazi de millones de judíos, opositores políticos, homosexuales, gitanos, personas con discapacidad, entre otras minorías; y el genocidio impulsado desde el gobierno en Ruanda, por diferencias étnicas, donde se asesinaron a casi un millón de tutsis. En ambos casos, el discurso de odio fue usado para acosar, perseguir, racionalizar, justificar y ejecutar la violencia en contra de las minorías desprotegidas (Diaz, 2017).

Esto significa que el discurso de odio no sólo provoca daños a nivel personal y genera violencia en los medios de comunicación, sino que constituye un ataque a la paz, la seguridad, la inclusión, la diversidad y los derechos humanos, socava la cohesión social y erosiona los valores comunes, la estabilidad, el desarrollo sostenible y retrasa la consolidación de la democracia (UNESCO, 2022).

Es por eso que el tema de los mensajes violentos, los estereotipos negativos y la apología del odio, significa un grave peligro a la estabilidad, bienestar y desarrollo de las sociedades, por tanto, no debería ser un tema menor dentro de las agendas de los gobiernos, las organizaciones internacionales, los medios de comunicación y de la sociedad en general.

Asimismo, en los últimos años es más urgente atender el fenómeno, ya que los discursos han migrado al mayor espacio de difusión que haya existido: internet. Por ejemplo, una investigación de la Universidad de Oxford cuantificó que cerca de 10.000 tuits diarios contenían insultos racistas (Bustos et al, 2019).

La paulatina expansión de internet ha provocado que los discursos de odio encuentren una manera más efectiva de propagarse y ha generado nuevos debates sobre la libertad de expresión, ya que dichos discursos no pueden ser siempre identificados o se puede detener su difusión, puesto que se escudan en dicha libertad y se propagan por la imposibilidad de detectarlos todos, por tanto, deben ser atajados con una perspectiva integral (Bustos et al, 2019). Esto nos lleva nuevas reflexiones y perspectivas sobre el discurso de odio. Naciones Unidas, a través del Alto Comisionado de Derechos Humanos, ha realizado diversas acciones para contrarrestar los efectos de los discursos de odio, las más importante fueron la generación de la Estrategia y del Plan de Acción de las Naciones Unidas sobre el discurso de odio, para abordarlo a través de un marco esencial e integral (ONU, 2022), las cuales enfatizan la necesidad de contrarrestar el odio con pleno respeto por la libertad de opinión y expresión, mientras se trabaja en colaboración con las partes interesadas relevantes (ONU, 2022).

Cabe destacar el liderazgo estatal para generar instrumentos normativos y mecanismos institucionales, así como seguir trabajando en el cumplimiento de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, puesto que, la desigualdad social, las crisis económicas y migratorias, el extremismo y la ausencia de medidas preventivas, entre otras circunstancias, son aprovechadas para fundamentar, profundizar y propagar los discursos de odio.

Ahora bien, es necesario ampliar la participación a todos los sectores sociales, para que se integren a los esfuerzos de contrarrestar estos discursos con educación para la paz. La Estrategia de la ONU subraya la responsabilidad colectiva para fomentar la conciencia social, la tolerancia, el respeto mutuo y el diálogo intercultural para prevenir la incitación al odio (ONU-DH, 2020).

Las instituciones internacionales, deben redoblar esfuerzos para mejorar los canales de intercambio de conocimientos y buenas prácticas para contrarrestar los mensajes de radicalización.

Las organizaciones civiles deberán reclamar un papel más protagónico como difusores de las buenas prácticas, observadores del cumplimiento de las normas y revisores de los resultados de las estrategias y planes internacionales para erradicar los discursos de odio. Los medios de comunicación y las plataformas digitales privadas, deberán tomar la responsabilidad de delinear parámetros claros de expresión, verificación de la información y transparencia, para lo cual deben trabajar junto con los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil. Deben concientizarse en que los discursos de odio y la desinformación también influye en la credibilidad de sus contenidos y eso afecta el flujo de información y sus propias ganancias.
Desde la academia se deben redoblar esfuerzos y generar cada vez más proyectos que permitan examinar, reformular y proponer esquemas de prevención y también respuestas ante los efectos negativos de los discursos de odio y sus fenómenos relacionados en un contexto de convulsiones sociales, crisis políticas, desregulación de plataformas digitales e infodemia.

No obstante, mientras más importancia tenga el tema en la opinión publica y se integren mayores esfuerzos, más cerca se estará de una verdadera barrera para contrarrestar los discursos de odio. Menuda empresa tiene aún las sociedades contemporáneas.

En “Mil palabras para entender los discursos de odio” https://www.editoresdelsur.com/publicaciones-digitales/

Salvador Percastre es docente del ILCE y de la Universidad Nacional Autónoma de México

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *